tiempo recobrado

Acabar con la discrepancia

Una de las derivas del PSOE en estos últimos años es el autoritarismo de la dirección y el apartamiento o desprecio de quienes se atreven a disentir

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Decía María Jesús Montero que el que se mueve en el PSOE sí sale en la foto. Horas después, su partido decidía expulsar a Nicolás Redondo. La razón alegada es «el reiterado menosprecio» a las siglas, unas palabras que ofrecen un amplio margen de ... interpretación.

Redondo, hijo del líder de UGT y socialista desde la cuna, tiene una espléndida hoja de servicios al PSOE. Fue secretario general en el País Vasco durante los años de plomo, cuando ETA asesinaba a militantes y concejales, algo que no puede decir nadie de la actual dirección.

¿Por qué lo han expulsado? Sencillamente porque era un personaje molesto, porque se había distanciado de la línea oficial del partido y porque criticaba abiertamente al líder. El PSOE utiliza la palabra 'menospreciar' cuando debería haber empleado el verbo 'disentir'.

Su salida no sólo supone la pérdida de un dirigente histórico, sino que además corrobora la falta de pluralismo y la incapacidad de aceptar un debate interno en el seno de la organización. El que se mueve no sale en la foto. Ya están advertidos todos los militantes que osen cuestionar a Sánchez.

Una de las derivas del PSOE en estos últimos años es precisamente el autoritarismo de la dirección y el apartamiento o desprecio de quienes se atreven a disentir. Y ello resulta especialmente lamentable en un partido con una arraigada tradición de debate interno. Recordemos las feroces discusiones entre Besteiro, Prieto y Largo Caballero durante la II República o, mucho más recientemente, las diferencias entre Guerra y la corriente que representaban Boyer y Solchaga. Redondo padre le organizó una huelga general a González, pero no fue expulsado.

La Constitución establece que el funcionamiento de los partidos debe ser democrático. En el PSOE la democracia empieza a brillar por su ausencia, mientras se acrecienta la tentación del caudillismo. Pero sería injusto circunscribir este fenómeno a sólo esas siglas. Formaciones tan dispares como el PP y Sumar, una fuerza recién creada, han incurrido en los mismos comportamientos. No hay más que observar la conducta de la dirección de Génova con Alejandro Fernández, su responsable en Cataluña, al que quieren mover la silla por sus desacuerdos con Feijóo.

Los partidos en España, y ahora incluyo a todos, han ido laminando la cultura de la discrepancia mientras se instalaban en la unanimidad y en el aplauso al jefe. Al mismo tiempo, las promociones internas se han llevado a cabo mediante mecanismos de selección inversa sin tener en cuenta los méritos o la cualificación. Lo que más pesa es la fidelidad al que manda. Esto supone objetivamente una degradación de la democracia y lastra el debate político. Por eso, la expulsión de Redondo no es una anécdota sino una categoría. Nada indica que vayan a cambiar las cosas.

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