pincho de tortilla y caña
Nostalgia del presente
Sin verdad, se ponga el algoritmo como se ponga, no hay libertad posible
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También se puede tener nostalgia del presente. El artículo no va de esto, pero seguro que Pedro Sánchez entiende muy bien lo que trato de decir. Aún es presidente del Gobierno pero sabe que está a punto de dejar de serlo y que a corto ... plazo le aguarda una vida peor. Estoy seguro de que cada vez que se asoma a ese futuro inevitable añora lo que ya sabe que va a perder antes de haberlo perdido. A mí me pasa lo mismo con el mundo que me rodea. No es el que recordaré con más agrado, pero ya he empezado a añorarlo porque vislumbro que un futuro peor está a punto de enviarlo irremisiblemente al baúl de los recuerdos. Blade Runner ya está aquí. No ha de pasar mucho tiempo hasta que seamos incapaces de distinguir a los seres humanos de los replicantes. Philip K. Dick se quedó corto. No sólo será imposible diferenciar las máquinas de los hombres, tampoco podremos distinguir lo verdadero de lo falso.
Antes de escribir este artículo he tenido una amigable conversación con míster ChatGPT. Le he preguntado si la inteligencia artificial puede recrear una situación para que parezca real y el muy canalla, sin exteriorizar ninguna emoción, me ha respondido lo siguiente: «Sí, la inteligencia artificial puede generar imágenes, vídeos, texto y sonidos que se asemejen a la realidad. Existen algoritmos que pueden generar imágenes realistas de personas, paisajes y objetos. Estos algoritmos se entrenan utilizando grandes conjuntos de datos para aprender a generar imágenes que sean indistinguibles de las reales a simple vista». La respuesta me dejó helado. No paro de preguntarme cómo podremos vivir en un mundo en el que las pequeñas certezas que sostienen nuestra existencia dejen de existir. Esa es la terrible amenaza del tiempo que nos aguarda al doblar la esquina. Y es mucho peor de lo que habíamos imaginado. Frente a ella, la idea terrorífica del hombre prescindible es casi un cuento de hadas.
Es verdad: la inteligencia artificial puede cambiar nuestro aspecto, imitar nuestra voz, conducir por nosotros, tomar decisiones en tiempo real, identificar nuestros patrones de conducta, predecir lo que vamos a hacer, darnos conversación, aconsejar lo que más nos conviene, liberarnos de hacer tareas mecánicas, diagnosticar nuestras dolencias, prescribir los mejores tratamientos, abrirnos en canal en la cama del quirófano y facilitarnos todo el entretenimiento que seamos capaces de imaginar. Hace todo eso y mucho más, pero nada es comparable a su escalofriante capacidad de engaño. ¿Qué papel jugará el ser humano cuando los algoritmos se hagan con el control del planeta?, le pregunté hace poco a Chema Alonso, el gran gurú de los 'hackers' españoles y eminencia gris de la cuadrilla de 'frikis' que ha revolucionado el corazón de Telefónica. «Los hombres nos dedicaremos a disfrutar», me contestó con media sonrisa bailándole en los labios. Me quedé pensativo. ¿Acaso es posible disfrutar en un mundo plagado de falsedades? Pincho de tortilla y caña a que no. Sólo la libertad puede hacernos felices y sin verdad, se ponga el algoritmo como se ponga, no hay libertad posible.