LA BARBITÚRICA DE LA SEMANA

Un demócrata se desmorona

No es el candidato, es el sistema lo que mengua

Experimento en la utopía

Érase una vez Yolanda Díaz, aquel cuento chino

Un hombre de 81 años se viene abajo durante el debate electoral más importante de esta campaña, el primero de los cinco previstos de cara a los comicios de noviembre, una cita en la que los ciudadanos de Estados Unidos eligen quién llegará a la ... Casa Blanca. Perdido, confundido, dubitativo y menguante, Joe Biden no logró imponerse ante el republicano Donald Trump, alguien que ha sido declarado culpable de 34 delitos y que tiene como dudosa hazaña haberse convertido no sólo en el primer exmandatario juzgado y condenado, sino en ser el primero que sigue en la carrera electoral.

Mal dadas han de estar las cosas en la democracia de Estados Unidos, en el recipiente de la democracia en general, cuando el asunto ha llegado tan lejos. En un momento crucial para Europa, justo cuando la crisis de Oriente recrudece y Vladímir Putin avanza, justo en ese momento, Estados Unidos, la heredera del concepto histórico de potencia, se tambalea, se desmorona.

Existe un riesgo real de perturbación del sistema democrático, de las libertades en el mundo entero y existen también riesgos reales de conflicto, incluso con armas no convencionales, incluidas el uso de la desinformación ya sea como instrumento directo o como coartada. Desacreditar a los medios que critican, contrastan o puntualizan, pero también aupar a otros que deliberadamente producen contenido tendencioso y catapultan a sus interesados. La vieja y totalitaria receta por la que Trump llegó tan lejos.

Que Joe Biden se desmorone es una tragedia, pero al mismo tiempo resulta inevitable. A su mengua física le antecede una peor: la del sistema que representa. Justo el día en que un estrambótico magnate como Donald Trump tomó posesión del despacho de la Casa Blanca, un oscuro nubarrón se posó sobre el Capitolio para dejar claras desde la pérdida de fe en el catecismo del sueño americano que se gestó en la posguerra hasta la falta de visión de los partidos Demócrata y Republicano para vislumbrar lo que se les echaba encima.

¿Quién tiene la culpa de lo que ocurrió: ese bufón que acabó como presidente o la sociedad que lo eligió? Trump pasó de ser un payaso a ser un payaso autoritario. Demostró que es posible embrutecer, pero también envilecer. El Capitolio de Estados Unidos ha sido asaltado dos veces en su historia. La primera, durante la guerra de 1812 contra Inglaterra; la segunda, el 6 de enero de 2021, cuando, en plena validación de la victoria de Joe Biden, un grupo de sediciosos y acólitos de Donald Trump entró al Senado al grito de fraude electoral. Un sujeto vestido con piel de bisonte, sin camiseta y el rostro pintado se subió a la presidencia de la Cámara, con el puño en alto. El episodio tuvo algo de estupro y profanación, pero también de bufa. El disfraz como signo trágico. El populismo es un ácido lento, que corroe los edificios más firmes. Mengua un demócrata, un candidato, cuando en realidad la que duda, se tambalea y se desorienta es la propia democracia.

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