POSTALES
El beso
No sería la primera vez que los españoles fuésemos tan torpes que convirtiéramos nuestra victoria en derrota
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No fue el de las rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, el más romántico de nuestros poetas: «Por una mirada el mundo/ Por una sonrisa el cielo/ Por un beso, Dios, yo no sé qué te diera por un beso» (cito de memoria a setenta ... años vista). Fue el beso del macho a la hembra una vez asegurada su cabeza con ambas manos para estampárselo en la boca. Él dice que le pidió permiso y ella accedió, algo que ella niega.
Después de haber visto la escena un centenar de veces, como la inmensa mayoría de los españoles, debo decir que no vi en ella más que pasividad o más bien el acatamiento ante el jefe eufórico por el triunfo, que le empujaría a llevar a cuestas a una compañera como el toro Asia a Europa en la mitología. En lo ocurrido a continuación, tanto en el vuelo de vuelta como en los distintos comunicados en un sentido y otro no quiero entrar, por no ser tarea de periodistas dilucidar la verdad sino de los órganos competentes. Pero de que se trató de un episodio bochornoso, que mancha el gran triunfo que acababa de obtener la selección femenina española de fútbol era evidente.
Que la federación española de ese deporte sea un organismo privado que no recibe subvenciones estatales dificulta una salida rápida y limpia de tal embrollo. Pues no hay que olvidar que su presidente tiene todos los derechos para defenderse y ser considerado inocente hasta que le condene un tribunal de justicia o un organismo con autoridad para ello. Pero un Estado de Derecho tiene siempre recursos para defender a la víctima en cualquier caso que se presente, por intrincado que sea. Sólo hay que atenerse a los hechos e intentar distinguir la verdadera víctima de la que se presenta como tal. Y es lo que ayer hizo la FIFA al suspender a su presidente.
Puede que lo que más haya enturbiado el asunto sean las inmensas cantidades de dinero que mueve al fútbol, tras convertirse en el deporte global, que se juega en todas las esquinas del globo. Hasta ahora, el de alcance mundial era únicamente del fútbol masculino. El femenino, sin embargo, ha logrado un arraigo y popularidad inusual en los últimos años.
Y da la casualidad de que la selección española es la campeona del mundo, habiendo derrotado a conjuntos con mucha más tradición y experiencia, como el holandés, inglés, sueco y algún otro. No me extrañaría lo más mínimo que más de uno de los potentados que lo dirigen hayan dirigido sus miradas al mismo. Y no sería la primera vez que los españoles fuésemos tan torpes que convirtiéramos nuestra victoria en derrota.
Esta columna quedaría coja si no terminase apoyando a Jenni Hermoso aunque sólo fuera por aquella caballerosidad de que presumíamos y daba la razón siempre a las damas, más cuando la tienen.