la huella sonora
Hay un tipo lanzando pelotitas
Las alternativas son extinguir una saga, continuarla o crear una nueva; pero antes de elegir conviene mirar al cielo y preguntar por Rafael de Paula
Los peores de la raza
El mejor torero de la historia
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Iniciar sesiónRafael de Paula decía que Dios lanzaba pelotitas desde el cielo, que a algunos les caían en la cabeza y que eso era el arte. Estoy de acuerdo, pero creo que el cielo no sólo lanza las pelotitas a la cabeza; en ocasiones las envía ... a la sangre y las acompaña de manual de instrucciones, como si fueran bacterias. Al fin y al cabo, las bacterias saben lo que tienen que hacer sin que nadie se lo diga. Las pelotitas, no. En ocasiones la bacteria se equivoca y desea acabar con el cuerpo que la aloja, aunque ello implique su propia muerte. Es una paradoja trágica: la bacteria gana la batalla, pero pierde la vida en una matrioshka en la que cada muñeca tiene una guadaña; dos organismos peleando por acabar entre sí en una superposición de pulsiones de muerte. Pero, sin embargo, en ocasiones, la bacteria puede no ser tan mala y reside en el cuerpo de modo indefinido, con consecuencias beneficiosas para el organismo que le da cobijo, como una filarmónica dirigida por Von Karajan pero dentro del ADN.
Si los Panero fueron el 'fin de una raza', Leopoldo María fue el 'fin de los Panero', el portador último de la bacteria familiar. Nadie en su sano juicio habría apostado un céntimo a que sería él, y precisamente él, el último en caer de esa saga maldita. Bien pensado, nadie en su sano juicio alcanzaría a comprender o predecir nada relacionado con esta familia, porque no se puede imaginar un final más Panero para los Panero que el loco como heredero de la sangre, como estación final de la bacteria. Todo acabó cuando él murió y en su último hálito expiró una estirpe. Desde luego, si la novela la hubiera escrito yo, no habría dejado la responsabilidad final en manos de ningún otro. Con su «consumatum est», se cierra el arco narrativo y los Panero son especie y bacteria oficialmente extinguida.
En una entrevista a Leonard Cohen, el entrevistador le comentaba que «siempre se ha dicho que los judíos son la esencia del mundo y los Cohen son la esencia de los judíos. ¿Qué opina de esto, Leonard?». Aún recuerdo la respuesta: «Opino que soy la esencia de los Cohen». «Yo soy la bacteria», parecía querer decir. Si en Panero murió una raza, en Leonard brillaba una herencia ancestral. Él continuó un legado, lo ensalzó y en sus hijos permanecerá viva la bacteria, mientras deciden qué quieren hacer con ella.
Nunca he oído nada acerca de los padres de Picasso. Todo nace con él, es el primero de su estirpe y quien convierte un apellido más en el símbolo universal de talento y de ingenio. A diferencia de Panero y de Cohen, el apellido Picasso -la estirpe- comienza en él. Todo antes fue introducción. El libro comienza con Pablo, él es el origen de la bacteria, que fue creada por generación espontánea y que ahora viaja por la historia como DJ residente, mutando dentro de cada nuevo individuo.
Estas son las alternativas: extinguir una saga, continuarla o crear una nueva. El precio de cada una es conocido, pero antes de elegir conviene mirar arriba y preguntar por Paula: dicen que en el cielo hay un tipo nuevo que lanza pelotitas.
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