Vox, el partido de los profetas
En Vox siempre hubo dos grandes almas: una liberal y otra nacionalpopulista
Iván Espinosa de los Monteros deja la política y no recogerá el acta de diputado por Vox
Un error muy común es considerar que Vox nació como reacción a algo. Se cree que su origen está en la pasividad del rajoyismo, en su escaso interés por librar las guerras culturales, en la falta de valor a la hora de defender sus convicciones ... y dejar que la izquierda le comiera la tostada. Pero siendo eso verdad, no es toda la verdad. En realidad Vox nació en 2014 -casi al mismo tiempo que Podemos- como una profecía, una advertencia, un aldabonazo que era que «España se rompe». Y lo peor es que, en 2017, España le dio la razón: se rompió. Y Rajoy y sus colaboradores no quisieron darse por enterados, se limitaron a hacerse los sorprendidos.
«El caso de Vox debe ser uno de los pocos en la historia en que sus promotores dibujaron augurios en un programa electoral y la realidad se encargó de hacerlos posible», escribimos en 'La sorpresa Vox' (Ed. Deusto, 2019), el libro en el que una decena de autores intentamos explicar lo que era ese partido que acababa de sorprender a los encuestadores en las elecciones andaluzas de diciembre de 2018 cuando obtuvo el doble de los seis diputados que le pronosticaban.
A diferencia de Podemos que fue un artefacto político prefabricado por unos profesores universitarios para beneficiarse del malestar expresado en el 15-M y en la crisis del bipartidismo español, Vox tuvo que esperar a que la realidad (y los juegos tácticos de Pedro Sánchez, equivalentes a los de Rajoy con Iglesias) le dieran la razón. Por eso, en las europeas de 2014, Podemos obtuvo 1,2 millones de votos y Vox sólo 246.000, quedándose a 15.000 votos de obtener un europarlamentario. Tuvieron que esperar hasta 2018 para que la marca empezara a tirar electoralmente y fue únicamente gracias a que los separatistas catalanes perpetraron su astracanada en 2017.
En Vox siempre hubo dos grandes almas: una liberal y otra nacionalpopulista. Esta última intentaba lo de siempre, conciliar el nacionalcatolicismo con el falangismo o al menos con los tics sociales que hicieron posible ese fenómeno que el historiador Hugh Trevor Roper definió como 'fascismo clerical'. De hecho, en el libro nos preguntábamos sistemáticamente cuál de las dos prevalecería.
Ahora, la respuesta ya está clara. Con la marcha de Iván Espinosa de los Monteros, quizá el diputado más brillante y mejor preparado de Vox, además del representante del ala más genuinamente liberal del partido, Santiago Abascal ha conseguido igualar a Rajoy en Elche cuando, irritado con Esperanza Aguirre, invitó a los liberales a marcharse del PP en abril de 2008. Espinosa de los Monteros ha servido de señuelo para los votantes liberales hasta el final, pese a que la salida de Rubén Manso o de Víctor Sánchez del Real preanunciara lo que iba a ocurrir. Ahora es Vox, el partido que nació como una profecía, el que autocumple la suya.
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