columnas sin fuste
Sin principios
Patxi son todos, Patxi es el individuo en serie hecho a la traición que produce este Régimen sin principios
Con motivo del aniversario de la Constitución del 78, pude escuchar hace unos días unas palabras de Miguel Ayuso en las que venía a explicar que la Constitución no es Constitución sino pseudoconstitución, carente de principios por «lo bastardo y espurio de su origen». El ' ... de la ley a la ley' no sería la sacrosanta epifanía democrática que nos explican (el famoso harakiri de los que estaban antes y están ahora) sino un «pisoteo» de la ley.
Porque la Ley para la Reforma Política podía cambiar muchos aspectos de la ley existente, que gustasen o no eran las Leyes Fundamentales, pero al operar esa reforma no podía tocar, por dogmáticos, por inalterables, los principios generales del movimiento, aquellos que habían jurado desde el Rey hasta Suárez. Por eso, la operación no fue solo una pirueta jurídica cuestionable, sino un gigantesco episodio de traición, según la RAE: «Quebranto de la fidelidad o lealtad que se debe tener».
La palabra traición, como tantas otras, ha sido desactivada por medio siglo de propaganda, pero debería ser reintegrada al vocabulario puesto que la traición es mecánica del sistema, eje del consenso y va a más, se refina y alcanza a vivos, a muertos y a la misma patria (otra palabra desprestigiada). Resuenan ahora aquellas palabras de la madre de 'Pagaza': «Patxi, dirás y harás muchas más cosas que me helarán la sangre, llamando a las cosas por los nombres que no son». Pero Patxi son todos, Patxi es el individuo en serie hecho a la traición que produce este Régimen sin principios.
El actual Estado de los partidos, hijo felón del Estado Nuevo de Franco, desnacionaliza España, arriesga su integridad, socava su unidad mediante la política educativa y lingüística (el español como lengua 'impropia'), e incluso va más allá desnacionalizando España por la vía de reducir el número de españoles: se consagra el aborto, la eutanasia y se desprecia sistemáticamente la natalidad hasta el punto, ya alcanzado, de dar entrada a 600.000 extranjeros al año «porque ya es tarde para otra cosa». Las oligarquías hispanófagas sorben hasta los sesos de la yacente.
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