Acatamos, pero...

Sirva esto para entender de qué hablan los que repiten eso de la 'separación de poderes', camelo absoluto en el que coinciden todos los partidos.

El PSOE, por la boca sierva de dos personas decididas a hablar por dos cámaras, bramaba en el desierto de la crisis institucional porque no controla del todo el judicial y no se le pliega por completo el Constitucional. A ello tiene derecho, en estricto cumplimiento de la costumbre. Pero antes el PSOE se turnaba con el PP y ahora ha decidido irse al extremo de Otegi, lo que cambia, por fuerza, el modo, la cortesía y las costumbres institucionales.

El PP lucha el Constitucional con su bloqueo de la institución, y ahí resiste, como última muralla, el embate del PSOE y sus socios, actualización, si alguna vez cesó, del viejo Pacto de San Sebastián, termita histórica para la transformación del orden en España.

El mensaje que lanza el PSOE es solo formalmente institucional: «Acatamos, pero...», dice Meritxell Batet. Acatan, pero extreman la retórica contra el Constitucional. Batet habló de «deslegitimación del sistema democrático» y Ander Gil de «despojamiento de las facultades de legislar», exageraciones sin fundamento real que extreman la situación hasta el asedio político al Tribunal.

Tramitar leyes orgánicas por la vía de la enmienda al Código Penal sin el debido procedimiento e informe parece suficiente para que entre el TC, que en ningún caso limita la potestad legislativa de las cámaras al encauzarlas en una forma determinada. La misma enmienda podrá ser presentada como proposición siguiendo el trámite requerido. Entonces, ¿cuál es el problema? ¿Por qué todo ese fuego dialéctico?

Por encima de la complicada cuestión jurídica, sutilezas presentadas con trazo muy grueso, se advierte una estrategia de crispación política, de asedio institucional y de salto retórico que nos acerca a otro escenario.

A la izquierda del PSOE, Enrique Santiago, Iglesias, Monedero y compañía lanzan amenazantes voces de desacato y ruptura e instalan en España la idea simplista y brutal de la 'soberanía popular', prima hermana de la 'democracia avanzada' a la que la Constitución nos acostumbró el oído. El PSOE habla desde la 'institucionalidad' y acata, pero lo que dice es solo un poco más suave. En el fondo, el TC ha sido rodeado políticamente esta noche. Y no es que la institución en sí misma sirva para mucho; se desobedece en Cataluña y no pudo impedir ni hacer pagar los atropellos de Pedro Sánchez en la pandemia, pero su asedio es el asedio al entendimiento reciente de la Constitución, de la convivencia, del Consenso y su reparto.

Crujen los cimientos del Estado y las viejas formas del 78 desaparecen. Las palabras se afilan, los sentidos se pierden. La ponzoña crece y con ella el ruido. Lo vivimos en los días anteriores y posteriores al 11M, lo vivimos en los días anteriores y posteriores al 1-O del 2017 en Cataluña y lo sentimos ahora, en medio de la perplejidad jurídica, como si estuviéramos en la antesala de algo, como si esto solo pudiera preludiar una sacudida. En ella está la izquierda ultramontana, el independentismo y está el PSOE, unido a lo institucional por un hilo cada vez más débil que se recubre de una retórica de plena deslegitimación y polarización.