DIARIO DE UN OPTIMISTA
Después de Gaza
Hezbolá en Líbano, Hamás en Gaza y los hutíes en Yemen solo existen gracias al apoyo de sus patrocinadores en Teherán. Por lo tanto, hay que admitir que, objetivamente hablando, Israel y los suníes son aliados objetivos
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Iniciar sesiónDado que no existe, reconocer el Estado de Palestina, como ha hecho recientemente el Gobierno español, es un gesto inútil e incluso perjudicial. Es cierto que el Gobierno sanchista no es el único que persevera en el mito de la solución de dos Estados. ... No solo no existen dos Estados, que serían Israel y Palestina, sino que nunca habrá dos Estados. Sabemos que esta solución, que ya no lo es, fue ideada en un principio por Naciones Unidas, que en 1948 dividió en dos un mismo territorio reclamado por dos naciones. Cabe recordar que esta división, inicialmente aceptada por el Gobierno provisional judío, fue rechazada en el acto por los Estados árabes vecinos. La situación actual, de la que la tragedia de Gaza no es más que un episodio, por desgracia, tiene su origen en ese rechazo árabe inicial. Pero miremos más allá de la historia y de las responsabilidades de unos y otros y enfrentémonos a la situación actual, tal y como es realmente, alejándonos de las mentiras diplomáticas.
Israel no desaparecerá, independientemente de lo que quieran Hamás y sus aliados en el mundo chií y en Occidente. De los siete millones de judíos que viven actualmente en Israel, el 85 por ciento nació allí y no tiene ninguna intención de irse. Del mismo modo, debemos tomar nota del hecho de que 600.000 judíos a los que se conoce como colonos viven actualmente a lo largo del río Jordán, en el este de Jerusalén y en las regiones históricas de Judea y Samaria. Ellos tampoco van a irse. También debemos reconocer que el destino de las poblaciones llamadas palestinas está dictado por una nueva geografía y unas nuevas fronteras, dictadas por 75 años de lucha. Los habitantes de Cisjordania viven desde hace un cuarto de siglo, desde los Acuerdos de Oslo, en una semiautonomía más o menos garantizada por el Ejército israelí. Los habitantes de Gaza, en cambio, están sometidos a la teocracia terrorista de Hamás. Una tercera categoría de palestinos son los que viven en Jordania, y la cuarta son los dos millones de ciudadanos israelíes y árabes. Por tanto, la noción de un único Estado palestino no se corresponde ni con la geografía ni con la historia de estos cuatro pueblos comparables, pero cuyos destinos son muy diferentes.
Siempre para hacer frente a la realidad, admitamos de una vez por todas que la mayoría de los israelíes, con razón o sin ella, rechazan y rechazarán siempre un Estado palestino único que les sería evidentemente hostil y que les cercaría. Por último, en la guerra actual en Gaza y en la que amenaza en la frontera libanesa, preguntémonos quiénes son realmente, en ambos lados, los verdaderos adversarios. No se trata realmente de una guerra de israelíes contra palestinos, sino de un conflicto completamente distinto y más profundo entre el imperialismo chií, controlado desde Irán, y los árabes suníes. La mejor prueba de ello es que los Estados suníes –Arabia Saudí, Egipto o los Emiratos– no proporcionan ninguna ayuda a Hamás. ¿No están los suníes internamente satisfechos de que el Ejército israelí esté eliminando o al menos desarticulando a los mercenarios imperialistas de la teocracia chií? Es más, Hezbolá en Líbano, Hamás en Gaza y los hutíes en Yemen solo existen gracias al apoyo de sus patrocinadores en Teherán. Por lo tanto, hay que admitir que, objetivamente hablando, Israel y los suníes son aliados objetivos. Partiendo de estas realidades que muy pocas veces se mencionan, si queremos poner fin a la guerra perpetua en la región, debemos concebir una solución que no sea la mítica leyenda de los dos Estados.
Lo que propongo aquí no es un capricho personal sino el fruto de las reflexiones de las fundaciones de Estados Unidos que se interesan por el tema; a fin de cuentas, es Estados Unidos quien decide. Por tanto, proponemos una reconfiguración total de la cuestión palestina. Consideremos en primer lugar, porque es relativamente lo más fácil, qué podría suceder con los palestinos de Cisjordania, es decir, Judea y Samaria. Esta población de unos cinco millones de habitantes no puede sobrevivir por sí sola, ni desde el punto de vista político, ni desde el económico, dependiendo eternamente de las ayudas europeas. En cambio, basándonos en el terreno, sería posible redibujar unas fronteras que se correspondieran con el hábitat real de judíos y palestinos. Esta nueva unidad podría, y debería, unirse económicamente y luego políticamente a Jordania.
La noción de una Confederación jordano-palestina económicamente viable, posiblemente democrática y culturalmente homogénea, iría afianzándose poco a poco. Gaza requiere una solución diferente. Allí debe reconstruirse todo, desde las viviendas hasta las infraestructuras, pasando por la administración. Un solo Estado de la región, preferiblemente árabe, podría llevar a buen puerto la reconstrucción de una provincia autónoma gazatí. Evidentemente, sería Arabia Saudí, que cuenta con recursos financieros, capacidad económica y una larga experiencia policial a la hora de erradicar el terrorismo chií-iraní. Esta solución, con Jordania a un lado y Arabia Saudí al otro, contaría con la aprobación israelí si fuera acompañada del reconocimiento del Estado de Israel por parte de Arabia Saudí. Los saudíes están en ello.
No creo que los palestinos se muestren hostiles a estas soluciones porque ellos mismos saben por experiencia que la creación de un Estado palestino único es un engaño occidental. El mundo árabe-suní también debería estar satisfecho, ya que los palestinos recuperarían su dignidad y su esperanza, a salvo del terrorismo chií y de los fundamentalistas judíos. La oposición a este plan no vendrá de la 'calle árabe', sino únicamente de la teocracia chií persa y de los idiotas útiles, es decir, de sus aliados en el mundo occidental que han cambiado el antisemitismo por el antisionismo, un vocabulario de circunstancias que no engaña a nadie. El proceso llevará varios años, pero al menos se trazará un camino hacia la paz realista y aceptable para la mayoría. En cambio, la solución de los dos Estados solo puede conducir a la frustración y a la guerra perpetuas. La verdadera cuestión es: ¿se puede ser realista cuando se trata de Israel y Palestina?
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