Editorial
Urnas corruptas en el PSOE
Ferraz montó una enorme operación de manipulación electoral en las primarias andaluzas de 2020, inflando el censo electoral con personas ajenas al partido
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Iniciar sesiónUna de las informaciones más reveladoras de lo que significa el sanchismo es la respuesta que el presidente del Gobierno dio, hace unas semanas, cuando se le preguntó por el amaño de votos en las primarias de 2014: «Dos votos, qué quiere que le ... diga». Despachaba así el jefe del Ejecutivo y secretario general del PSOE la conversación en la que Santos Cerdán pedía a Koldo García que metiera dos votos en la urna. Para Sánchez son poca cosa dos votos, porque su vara de medir comportamientos éticos es la que hace de la necesidad virtud y la que transforma la mentira en un legítimo cambio de criterio. Luego se supo que Santos Cerdán también quiso amañar las primarias celebradas en León en 2020, manipulando el censo electoral. El denunciante es poco sospechoso de colaboracionista con la derecha: el propio alcalde socialista de León, Juan Antonio Díez.
Ahora se conocen más detalles que dan credibilidad a las sospechas de que los responsables del aparato socialista, liderado por José Luis Ábalos, trampearon las elecciones para derrotar a Susana Díaz en las primarias de 2021 y que ganara, a toda costa y como fuera, el candidato sanchista, Juan Espadas. Y así fue, con una amplia mayoría a favor de Espadas, quien logró el 55 por ciento de los votos frente al 36 por ciento que recibió Susana Díaz.
A pesar de esta clara victoria, Ferraz no debía de tenerlas todas consigo, porque, como hoy publica ABC, la candidatura de Susana Díaz denunció que el equipo de Ábalos y Cerdán metió a toda prisa en el censo electoral a 840 afiliados cuyas cuotas se abonaban -si es que llegaron a ser abonadas- con cargo a una única cuenta bancaria. Además, todas las fichas de afiliación fueron completadas con la misma letra.
Estos indicios son inequívocos y apuntan a que Ferraz montó, con un equipo liderado por Ábalos y en el que Cerdán era secretario de Coordinación Territorial, una enorme operación de manipulación electoral en las primarias andaluzas de 2021, inflando el censo electoral con personas ajenas al partido, probablemente deudoras del PSOE por favores o empleo. El entonces secretario de Organización del PSOE -hoy investigado por la Sala Segunda del Tribunal Supremo- se desplazó a Andalucía antes de las primarias y organizó encuentros en hoteles para, según la investigación del equipo de Susana Díaz, captar con urgencia nuevos afiliados y convencer a los antiguos, con promesas de puestos de trabajo, de que votaran a Espadas.
Para organizar una trama de manipulación de este calibre no solo hay que tener el control de los medios del partido, que es lo propio de un secretario de Organización, sino la seguridad de que el máximo dirigente de la formación respalde la operación, conociendo o no los medios empleados. Es impensable que una corrupción electoral de esta magnitud fuera ajena a la voluntad, activa o pasiva, de Pedro Sánchez y a su conocimiento, teniendo en cuenta su empeño personal en acabar políticamente con Susana Díaz. Ábalos y Cerdán eran el núcleo duro de Sánchez, el clan del Peugeot.
Dos consecuencias políticas evidentes se derivan de este escándalo. La primera es que el sanchismo no solo es un modo degradante de ejercer el gobierno de la nación. También es una pulsión corruptora de la limpieza en los procesos electorales internos. Ni probablemente fueron solo dos votos en 2014 ni, como relata con todo lujo de detalles la denuncia luego retirada por Díaz por temor a las consecuencias internas, fueron solo 840 votos en 2021. Pero, aunque lo fueran, la gelidez moral con la que Sánchez afronta estas revelaciones solo se explica por su sentido utilitarista del poder, cuya conservación es un fin que justifica cualquier medio.
Por eso, en segundo lugar, y porque Andalucía es, junto a Cataluña, una pieza esencial del socialismo y porque los responsables de este fraude recibieron la máxima confianza del secretario general del PSOE, Sánchez tiene que dar explicaciones públicas sobre estos juegos sucios en las primarias. No le vale ya con decir «840 votos, qué quiere que le diga», y no solo porque son muchos votos, sino porque revelan un modo de operar corrupto y corruptor, quizás extendido a otros procesos electorales internos, tras los cuales Ábalos, primero, y Cerdán, después, garantizaban a Sánchez el control de las organizaciones territoriales del PSOE. Esas personas «que ya no están en el partido», como diría la inefable María Jesús Montero, eran la dirección del mismo, en su más implacable expresión, y los ejecutores de la política de control sin límites impuesta por Sánchez para hacer lo que sigue haciendo: aferrarse agónicamente al poder.
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