TIGRES DE PAPEL
Los códigos estéticos de la corrupción
Uno de los principales problemas que tiene el PSOE es la perfección plástica de sus casos de corrupción
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El sanchismo también era esto
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Iniciar sesiónLa corrupción también tiene sus códigos. Sobre todo estéticos. Por eso, una de las grandezas de la trilogía del 'El padrino' es mostrarnos un carrusel de estampas que retratan un siglo de mafia a los dos lados del Atlántico. Desde el Nueva York de principios ... de siglo hasta el rural siciliano, pasando por Cuba, gran parte de la potencia de las películas de Coppola tiene que ver con la efectividad de unas imágenes que acaban fundiéndose con la trama. Sabemos reconocer a un gánster del Chicago de los años 20 sólo por su apariencia, al igual que ocurre con la Yakuza japonesa o con las maras centroamericanas. La realidad se apiada de nosotros y las cosas, afortunadamente, a veces son lo que parecen.
Uno de los principales problemas que tiene el PSOE es la perfección plástica de sus casos de corrupción. Desde los ERE de Andalucía hasta el caso Ábalos, existe una armonía en las formas estéticas del delito que parece replicar un guion. Y esta condición literaria o cinematográfica puede acabar siendo letal, pues estas virtudes creativas son lo que impacta en el imaginario colectivo. Hay casos de corrupción grises, tramas de gestoría complejas que al ciudadano de a pie le resultan casi imposibles de seguir. El PP de Rajoy tuvo la suerte de que la Kitchen se entendía regular y para mucha gente se trataba de un follón incomprensible. Pero si juntas al chófer de la coca de Andalucía, el club Rosalex en el que Koldo ejercía de gorila, las fotos del Tito Berni, las juergas de La Carmela o las cenas del Ramsés es imposible no reconocer una trazabilidad icónica que parece dibujada por un guionista de Netflix. Todo es demasiado perfecto. Tanto que cuando al custodio de los avales del presidente le dio por comprarse un piso fue y lo hizo en Benidorm. Lo raro es que lo hubiera comprado en Comillas o en Comporta, pero los hados quisieron que la historia fuera perfecta y que 'el último aizkolari socialista', como lo llamaba Pedro Sánchez en 2014, optara por la ciudad alicantina. A Bigas Luna le habría encantado.
Nada es casualidad, y de la misma manera que los teólogos apelaban a la 'via pulchritudinis' para acceder a Dios, es decir, a través de la belleza, la corrupción moral también tiende a concretarse en maneras y usos puramente estéticos. El gin-tonic después de la comilona, el mesón de carretera, los billetes en las carpetillas de plástico, los hombres de confianza, las tramas, los bandos… no son pruebas, pero sí indicios inequívocos de maneras que deberían haberse desterrado de la política hace demasiado tiempo. El abuso testosterónico de la ironía, las palmadotas en la espalda, los colegones del partido, la carcajada cruel, los «que se jodan…». Todo suma, y todo forma parte de un mismo paradigma que casi es más desconcertante que las propias causas judiciales.
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