Tigre de papel
Aclamación melancólica en Ferraz
Uno sabe dónde está el gato por cómo se mueven los ratones, y a la vista de los discursos de Montero y Puente, cualquiera diría que en el fondo están ya repartiéndose las túnicas del ángel caído
Sánchez o la adicción al riesgo
Hemos convertido el País Vasco en esto
Quedaba una última bala. Perdidas la razón y los hechos, la voluntad se presentaba como el último bastión al que podría aferrarse el sanchismo. No hay nada revolucionario y la idea es muy antigua. Tanto como Carl Schmitt, a quien rindieron pleitesía Manuel Fraga o ... Pablo Iglesias, que lo dejó escrito en 1928: la voluntad de un pueblo se manifiesta, prioritariamente, a través de la aclamación popular. Pero esto no es Weimar, ni tan siquiera Suresnes, sino la calle Ferraz en el año 2024, y las últimas huestes de este ciclo político quedaron resumidas en una legión moderada de sexagenarios de provincias reclutados en autocares del partido. Confiaron en una gran aclamación que diera la vuelta al universo, pero esta vez no había agua en la piscina.
Las malas lenguas dicen que este funeral pedrista ni siquiera ha sido idea del gran líder, con la fuga decidida, sino de sus acólitos que luchan por heredar el reino. Uno sabe dónde está el gato por cómo se mueven los ratones, y a la vista de los discursos de María Jesús Montero y Óscar Puente cualquiera diría que en el fondo están ya repartiéndose las túnicas del ángel caído. Las listas para las europeas se han retrasado hasta después del lunes, ya que de confirmarse la salida del presidente habrá muchos compañeros y compañeras sin acta ni nómina asegurada. Los riesgos siempre hay que calcularlos con la debida precisión.
Uno de los pocos capitales que tenía este Gobierno era la imagen exterior, pero las últimas horas han servido para dilapidar también ese patrimonio. La prensa internacional ha acogido con estupor el culebrón del presidente, y esta mañana la vicepresidenta Ribera, uno de los perfiles técnicamente más exhibibles, optó por inmolarse con un verbo enardecido más propio del sindicato de estudiantes o de las juventudes del partido. Somos bambis, perros y pedigüeños, gritaba al micro, toda una ministra a la espera de conseguir algunas de las glorias que habrán de distribuirse en los próximos meses en Bruselas.
Quedan pocas cosas que salvar. Como mucho, la hemeroteca. Por eso se entiende tan mal que en esta fase terminal de la cosa, algunos insistan en seguir tirando su reputación por la ventana. Si el pedrismo acaba, muchas personas tendrán que reconstruirse un perfil civilmente digerible, y para eso es conveniente mantener una última pulsión conservadora. Exhiban la lealtad que quieran, pero no se hagan daño. A falta de que el lunes Pedro Sánchez nos regale alguna sorpresa, todo parece decidido. Es improbable que el presidente del Gobierno vaya a continuar. Lo que todavía está por resolver es, con él o sin él, cuánto durará el sanchismo.