después, 'naide'
Lo siento mi vida, no te van a entender
Asistimos a una curiosa asimetría por la que hemos de cuidar de que no se ofenda el niño con sobrepeso, pero el nieto del asesinado por ETA puede ver a sus payasos pidiendo la libertad del asesino de su abuelo
Geometría de Armengol, el iliberalismo 'ad lib' y la 'derecha con palmeritas'
Los payasos Pirritx y Porrotx, ídolos de los niños euskaldunes
Un día te llaman del colegio preocupados porque tu hija de once años ha difundido, según dicen, material racista y aporófobo. Macarena, racista… Es como si me cuentan que se ha hecho del Pacma mi hijo Javier, que torea toros imaginarios con los trapos de ... la cocina. Se quejaban de que la niña había enseñado a las amigas una foto en la que un hombre de color se hace un 'selfie' mordiendo un colchón de espuma y la broma representaba «una ofensa para las personas que pasan hambre». Les expliqué que no había manera de signos de que esa fuera una persona pobre de no ser por el sesgo del que mira y que considera pobres a los negros.
Macarena me dijo muy apurada que no pretendía molestar a nadie. La vida es lo que pasa entre la noche que ligas con tu mujer en una fiesta de un piso de Pamplona y la tarde en que te sientas a explicarle a la mayor la diferencia entre la esfera pública y privada. Antes, a los niños se les quebraba la inocencia el 6 de enero por la mañana y ahora, cuando comprenden que ahí fuera le espera un número indeterminado de hijos de puta dispuestos a malinterpretar sus palabras para destruirla. «Lo siento, mi vida, no te van a entender». Ella miró al suelo, entristecida. Me abrazó y se fue escaleras abajo de su propia decepción.
Dice Ramón Fontseré que para hablar hay que ponerse un traje de artificiero. Molesta todo, aunque con magníficas excepciones. En el Congreso de los Estados Unidos ha comparecido la directora del MIT –que se pronuncia 'emaití'– y explicó que pedir la muerte de los judíos en las manifestaciones en su campus no contravenía sus normas contra el acoso y el 'bullying', y que «dependía del contexto». Así es como mi hija es una racista por pasar un meme en el que un tipo muerde un colchón de espuma, pero los estudiantes de las elites pueden celebrar que Hamás acuchille a los niños del Kibutz.
Los payasos Pirritx y Porrotx, ídolos de los niños euskaldunes desde hace décadas, han participado en una campaña por la excarcelación de los presos etarras de la organización Sare. Van por ahí cantando la canción 'Etxera' –'a casa'– y bailan con una enorme llave, trasunto de la de las celdas de los terroristas que se reían en los juicios. En el mismo país donde se representa esta feliz dramaturgia, se prohibieron los enanitos toreros porque ofendían y ahora no tienen dónde currar. Bien pensado, si se metieran a payasos de la ETA, a los enanos toreros les iría mucho mejor y tendrían un futuro en lo que viene siendo el bloque progresista de Gobierno.
Asistimos a una curiosa asimetría por la que hemos de cuidar de que no se ofenda el niño con sobrepeso, el que tiene las orejas de punta, el que no sabe cuántos son dos más dos o el que corre menos rápido porque tiene –que Dios me perdone–, el culo gordo, pero el nieto del asesinado puede poner la tele y ver a sus payasos pidiendo la libertad del asesino de su abuelo. Esto se entiende mucho mejor cuando se cambia el sujeto de la ofensa. Podríamos imaginar qué pasaría si salieran unos payasos a defender la excarcelación de los violadores, si no hubiera sucedido ya.