La Tercera
Nostalgia y algo de melancolía
Existe también una distancia infranqueable en la nostalgia que surge del ansia de volver a un tiempo o momento de la vida recordado como lugar de la dicha
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Carlos García Gual
Aunque suena a griega clásica, Nostalgia es palabra claramente moderna. Nació como término médico inventado por un médico suizo (Johannes Hofer, hacia 1688) combinando ‘nostos’ y ‘algos’, ‘regreso’ y ‘dolor’, y obtuvo pronto notable difusión en otras lenguas. En español ‘nostalgia’ se emplea desde ... mediados del siglo XIX, con el significado de ‘añoranza” o ‘morriña’. Desde luego no significa ‘dolor del regreso’ (como neuralgia, ‘dolor de nervios’, o cefalalgia ‘dolor de cabeza’), sino algo distinto: «anhelo de regresar», y también «tristeza o pena por no recobrar algo muy querido». Algo parecido se expresaba en griego antiguo con la palabra ‘póthos’: ‘afán de lejanía’. El alemán tiene otro término interesante para ‘nostalgia’: ‘Heimweh’. Aunque palabra moderna, ‘nostalgia’ parece clara y precisa para expresar ese anhelo de regreso al pasado, y tiene una clara tradición literaria, como quiero comentar con unos ejemplos.
El primer ejemplo de ese anhelo nostálgico lo tenemos en la ‘Odisea’. Cuando allí aparece Ulises, lo encontramos en la bella isla de la ninfa Calipso, oteando melancólico el horizonte marino, deseoso de regresar a su tierra y su familia en la lejana Ítaca. En la orilla y solo, desolado y triste: «Allí consumía Odiseo su dulce vida añorando su regreso. Sentado en las rocas de la costa, desgarrando su ánimo con llantos, gemidos y pesares, escrutaba el mar estéril derramando lágrimas» (‘Odisea’, canto V, 152 y ss.).
Tristeza de la lejanía, pues el hogar añorado queda al otro lado del ancho mar. Aunque no es siempre la lejanía lo que define la imposibilidad del retorno y viene a avivar la nostalgia amarga e infinita. Otro caso nostálgico lo hallamos en unos versos quejumbrosos del poeta Alceo (S. VII a.C.), que sigue viviendo en su isla de Lesbos, pero no puede volver a su ciudad cercana por motivos políticos y escribe su amarga elegía.
Ciertamente, el destierro ha motivado, a lo largo de siglos, infinitos lamentos de poetas. Inolvidable ejemplo queda en los emotivos versos del poeta latino Ovidio, desterrado de su querida Roma y varado en la lejana orilla del mar Negro, en una áspera frontera asediada por bárbaros. En sus largas cartas de Tristes y Pónticas resuenan sus lamentos de desesperada nostalgia, a lo largo de muchos años.
No sería difícil zurcir una amplia antología de quejas nostálgicas en varias lenguas, empezando por poemas chinos de antes de Cristo y siguiendo por varios autores clásicos hasta llegar a muy varios escritores contemporáneos. Recordemos a León Felipe, Alberti, Cernuda, y muchos otros. ¡Cuántos poetas fueron exiliados a lo largo del tiempo, y cuántos tristes desterrados que no escribieron sus penas! ¡Cuántas nostalgias de las patrias prohibidas y perdidas a lo largo de los siglos!
Pero quisiera recordar que no es sólo la distancia espacial lo que puede motivar la añoranza. Existe también una distancia infranqueable en la nostalgia que surge del ansia de volver a un tiempo o momento de la vida recordado como lugar de la dicha, en contraste con un presente monótono y grisáceo que uno se ve forzado a un pasar gris día a día. No sólo importa la lejanía objetiva, sino la conciencia de que hubo un pasado más feliz, ya sólo un espejismo, un mundo que se nos ha perdido para siempre.
Querríamos regresar, sí, volver atrás, recobrar nuestro yo en el tiempo pasado, más juvenil y alegre, menos entrampado por la desdicha o la rutina. Pero si viajar en el espacio puede resultar difícil, viajar en el tiempo es hazaña imposible, a no ser que nos lancemos a recorrer los senderos fantasmales de la memoria. De ese imposible volver atrás nace la cruel nostalgia, con sus espejismos y ecos, repetida en las literaturas. Es dolencia que se acentúa en la vejez, y que colorea de gris muchas mañanas.
Como ejemplo de queja ante el regreso imposible, quiero citar unas líneas de Antonio Machado (son de sus ‘Soledades’, de uno de esos poemillas que reiteran con notas elegíacas de aire nostálgico momentos perdidos o soñados):
«Y no es verdad, dolor, yo te conozco,/ tú eres nostalgia de la vida buena,/ y soledad de corazón sombrío,/ de barco sin naufragio y sin estrella».
Lo que el poeta llama «vida buena» se refiere, evidentemente, a los días de felicidad, el tiempo recordado luego, desde la distancia envuelta en clara melancolía. Pero no cabe aquí ningún ‘nostos’ posible a ese tiempo perdido y añorado de ‘la vida buena’. A menos que uno se consuele con imágenes de la memoria y sus fantasmas.
A veces la nostalgia se tiñe de una cierta melancolía. Melancolía es una palabra compuesta de dos vocablos griegos, que era ya prestigiosa en griego antiguo. ‘Melaíne cholé’ quería decir ‘humor negro’. Melancolía mantiene un cierto halo poético, y es una palabra ya bien comentada por médicos y filósofos de época clásica, como fueron el médico Hipócrates y el sabio Aristóteles (podemos releer un interesante ensayo de Teofrasto sobre ‘El hombre de genio y la melancolía’, que ofrece ejemplos de antiguos famosos melancólicos).
Pero no quería yo definir sus usos ahora, sino sólo tratar de distinguir entre el individuo de temperamento melancólico y una persona que, como tantas, de cuando en cuando tiene ratos de melancolía. Ciertamente, notas melancólicas se encuentran en muchos textos poéticos y es difícil distinguir si sus tonos son más de nostalgia o de melancolía. ¿Podemos precisar si en ellos predomina una u otra, o más bien ofrecen como creo, una mezcla borrosa de una y otra?
Por ejemplo, vayan unas líneas del poema chino de Tao Chien (s. IV d.C.):
«Lejos, muy lejos, contemplo las nubes blancas./ La añoranza del pasado es más honda que las palabras».
O éstas, mucho más cercanas, del melancólico Luis Cernuda:
«Tu sueño y tu recuerdo, ¿quién lo olvida,/ tierra nativa, más mía cuanto más lejana?»
Me temo que la nostalgia no sea ahora un sentimiento muy extendido, a pesar de los programas de televisión o de cine que evocan figuras de cantantes o artistas o escritores que desaparecieron, a medida que se van muriendo o cuando se cumple un oportuno aniversario. Probablemente nuestra cultura actual tan mediática, ruidosa y apremiante no favorece los recuerdos melancólicos, como tampoco la lectura o las citas de poetas clásicos. Pero tal vez una nota intempestiva de cuando en cuando sea saludable..
es miembro de la Real Academia Española
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