sin punto y pelota

Caídos del politiqueo

Vemos el goteo de salidas de los perfiles menos aborregados de Vox

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Vete a saber qué es verdad y no de las crónicas sobre la salida de Iván Espinosa de los Monteros del Congreso. En casi todas se cuela, sin embargo, el desencanto con la política. Puntualicemos. No, no es política. Es politiqueo. No es lo ... mismo. La política se merece siempre una reivindicación, como hizo Cayetana Alvarez de Toledo cuando presentó al entonces diputado de Vox en el Club Siglo XXI.

El politiqueo ha acabado con demasiados 'amateurs' valiosos en la política desencantados. El ya exportavoz parlamentario de Vox ha sido el último. Quedan pocos. Al menos, hasta que el último motivado vuelva a lanzar la idea de que hay hueco en el centro derecha para otro partido. No, otro no, por favor. Lo que tenemos que hacer los que alguna vez hemos votado a UPyD, a Ciudadanos y a Vox es votar a Sánchez en las siguientes, por si fuéramos gafes.

La lista de los caídos por el politiqueo la podría encabezar Manuel Pizarro. ¿Cuánto tardó Rajoy en arrinconar al ex presidente de Endesa? A los dos años estaba fuera de la política activa, después de protagonizar un debate con Solbes en el que advertía de la crisis que se nos venía encima y que el electorado no vio. Qué decir de UPyD. Aquella cúpula atrincherada, incapaz de aparcar egos, con un discurso que no salía del victimismo con los medios, que se la habrían jurado. ¿Ciudadanos? Ojalá el motivado que se atreva a proponer un partido nuevo lo haga después de una autopsia minuciosa de los naranjas Y, ahora, vemos el goteo de salidas de los perfiles menos aborregados de Vox. Todos tienen en común tener una capacidad limitada de ingesta de sapos y la posibilidad de una vida más cómoda y mejor remunerada en lo civil. Para ganarse la vida no necesitaban soportar el politiqueo, las maniobras de los que siempre tienen tiempo para una última conspiración. Algo que no perdonan los que manejan con maestría los puñales traperos. Ellos saben que llega el momento en el que esos valiosos aficionados que quisieron recuperar el prestigio de la política dirán: «No me merece la pena». Juegan con eso. Ahí es donde las explicaciones de Espinosa de los Monteros son verdad. Las noches de hospital a las que aludió en su despedida bien pudieran ser esos tiempos de reflexión donde se fue gestando el debate entre lo que se puede tragar y lo que no. Esa lucha entre la humildad necesaria para no despreciar a otros más mediocres en las mismas filas y la autoestima de preguntarse cuántos desplantes hay que soportar. Reflexiones familiares a tantos que se fueron de Ciudadanos.

Mientras, los grandes del bipartidismo se frotan las manos. «Somos soldados, esa es la diferencia», me dijo un disciplinado cargo del PP. Claro que se pelean, discuten, claro que conviven cargos con distinta talla intelectual. Pero obedecen de cara a la galería. Sonríen cada vez que alguien con una vida fuera de la política tira la toalla. A ver si se creían que el menú de sapos era de fácil digestión sin entrenamiento. Ilusos.

Queda Cayetana y cada vez menos política y más politiqueo.

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