casa de fieras
Una mañana en Bailén
Con todos ustedes: la política feminista del partido que gobierna
400 muertos más
Ficción, mentiras y feminismo de barra
La gente comenzó a llenar la plaza desde temprano. Muchos voluntarios repartían banderitas rojas; otros, colocaban detrás del escenario a un público de distintos perfiles que mostraba la diversidad del voto. Los coches oficiales esquivaban las vallas colocadas por la policía municipal y el sol ... picaba como lo hace en abril que, en Bailén, es como el de agosto en Palencia. José Luis apuraba la botella de agua. Los asistentes aplaudían, cuchicheaban. Sonó una sintonía de partido. Entonces, se ajustó la camisa por dentro, se acercó al atril y agarró con las dos manos el micrófono, colocándolo a la altura de su boca.
En ese momento empezó a hablar: «Hablan de mujeres, pero siempre para recortarles derechos… Están obsesionados con el aborto…» decía. Era un trece de abril. Al mismo tiempo, el bolsillo de su pantalón comenzó a vibrar. Había recibido un mensaje de texto: «Si vienen de aquí, tienes a Ainara y a la colombiana nueva» – rezaba. Continuaba el ministro: «Y hablan de neandertales, de Covadonga y Don Pelayo. Van camino de hablar de los celtíberos…» De nuevo, el móvil: «Pues la que tú quieras. O Ariadna y Carlota y a tomar por culo» – leía en otro texto. La gente aplaudía. La gente emocionada.
El sonido desde los altavoces repetía con retardo sus palabras: «Son los mitos y los cuentos sobre España que nada tienen que ver con la España real, sino con esa España que recrearon los poderosos, los terratenientes, los que patrimonializaron la patria, para que fuera sólo de ellos y no de todos» – continuó leyendo. Los asistentes jaleaban el ambiente. En ese instante, José Luis dejó que sonaran los aplausos y los vivas. Sacó del bolsillo el teléfono y comenzó a escribir: «No sé, la Carlota se enrolla que te cagas». Lo envió y volvió a guardar el móvil en su bolsillo derecho.
Todos asentían. Buen mensaje está dando el señor ministro. Andalucía es una plaza que volveremos a recuperar. Hay que apretar con el discurso del campo. Se miraban orgullosos. Se miraban ganadores. Así sí. Antes de proseguir, volvió a mirar la pantalla: «Por eso te estoy diciendo. Bueno, yo pregunto y te digo. Ahora lo arreglo. Que hace falta también que puedan. Que aquí... ¿vale?». Joder, pues claro. Así aprovechamos el fin de semana – pensó José Luis. Desbloqueó la pantalla y escribió: «¿Tienes azules?».
Su amigo recibió el mensaje mientras escribía otro para su mujer, Patricia. Le molestaba esa opción que tiene WhatsApp que no le dejaba terminar de redactar lo que estaba escribiendo. «Necesito pulseras para la puta»– envió. En ese momento el público del mitin se puso en pie: «¡No pasarán! ¡No pasarán!» gritaban todos al unísono. Y el ministro, nervioso e impaciente, se preguntaba por qué narices no le había respondido todavía su mano derecha. Escribió de nuevo: «Estamos hablando del sábado, estamos aquí, en Bailén, no tendríamos por qué ir a Jaén. Tenemos que ir de aquí a aquí, pero hay que ver cómo, realmente es una mierda de carretera, hay que ver qué carretera cogemos». Con todos ustedes: la política feminista del partido que gobierna.