En primera fila
¿Y ahora qué?
La prórroga del estado de alarma que iba a durar seis meses se ha quedado vieja a la semana
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Iniciar sesiónEl Gobierno no podía haber sido más torpe -por decirlo suavemente- al redactar la prórroga del estado de alarma. Obsesionada por aprobar un paraguas jurídico que librara a Sánchez de tomar decisiones y de someterlas al Congreso, resulta que a La Moncloa se le olvidó ... lo fundamental: que un plazo de seis meses es tan largo que puede suceder cualquier cosa, incluida la necesidad de decretar un nuevo confinamiento domiciliario.
La prórroga retuerce la ley aquí y allá para permitir que las autonomías y el Gobierno tengan las manos libres para endurecer las restricciones sin tener que pasar por las Cortes. Una especie de cheque en blanco hacia el futuro de dudosa constitucionalidad con el que Sánchez se las prometía muy felices, pero cuya redacción ni prevé ni entra en otro encierro en casa. Es difícil de creer -como casi todo con este Gobierno- que la medida que más requiere el resguardo del estado de alarma y que más se extiende entre nuestros vecinos europeos se quedara fuera de la prórroga. Pero así fue. El resultado es que este estado de alarma nació para durar seis meses y a la semana ya se ha quedado viejo: dos autonomías piden poder confinar -Asturias, Castilla y León-, también lo hacen Ceuta y Melilla, y el País Vasco solicita armar el caparazón jurídico de la medida para tenerla a tiro.
La pregunta es ¿y ahora qué? Con un Gobierno que asumiera su responsabilidad, sus errores y sus funciones -lo que no se puede decir de este- la solución sería natural y fácil: aprobar un nuevo decreto que recogiera la posibilidad del confinamiento con la aprobación posterior del Congreso. ¿Lío político? Evidente. ¿Pimpampum en el Congreso? En efecto, va implícito cuando las cosas no se hacen bien. Pero por encima de lo uno y lo otro, estaría el interés de los ciudadanos.
El problema es que no estamos ante un Ejecutivo que base sus decisiones en su responsabilidad con España sino en el cálculo de su puro beneficio. Y en lugar de tener ahora al presidente buscando una solución con el primer partido de la oposición, tenemos a La Moncloa «mirando» si puede retorcer aún más la interpretación de la ley para confinar a la población sin el mal trago de volver a pasar por el Congreso. ¡Ni Boris Johnson se atreve a tanto! Cualquier jurista mínimamente serio se echa las manos a la cabeza con este planteamiento pero el Gobierno de Sánchez sigue a lo suyo «explorando» resquicios.
En una situación de grave crisis no hay nada peor que un líder que genera desconfianza sobre el camino a seguir. Y, desgraciadamente, ahora mismo es mayor la sensación de que Sánchez no confina Asturias, Castilla y León, Ceuta o Melilla porque le viene mal, que porque realmente cree que es más beneficioso no hacerlo. Primero su estrategia, después los ciudadanos. Igual que el pasado marzo. Esperemos que cuando se dé bruces con la realidad esta vez no sea demasiado tarde.
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