TRIBUNA ABIERTA
¿Es el Reino Unido un estado fallido?
«El sistema político de Reino Unido se ha enorgullecido durante mucho tiempo de su pragmatismo y de evitar el extremismo. Las cosas ya no son así. La clase política es incapaz de servir a los intereses del país»
Cuando un político ampliamente respetado y experimentado como el británico Chris Patten, exministro conservador y comisario europeo de Asuntos Exteriores, insinúa que Reino Unido se está convirtiendo en un Estado fallido, su declaración no se puede desestimar por las buenas como una aberración. Por lo ... general, relacionamos los Estados fallidos con países como Somalia y Sudán del Sur atendiendo a criterios como su pésimo historial en materia de derechos humanos, la ausencia de servicios públicos básicos, la presión demográfica, los refugiados, los desplazados internos y la seguridad. De acuerdo con estos parámetros, Gran Bretaña está muy lejos de ser un Estado fallido.
Patten es rector de la Universidad de Oxford y plantea la cuestión basándose en la manera en que el país está siendo gobernado en la actualidad. «Los votantes eligen a los miembros individuales del Parlamento, quienes están obligados ante sus electores a aplicar su mejor criterio respecto a la manera de sortear los dilemas de la política. A los miembros del Parlamento no se les exige que hagan lo que les dicta la supuesta voluntad popular, un sistema que goza de gran favor entre los déspotas y los demagogos». Y añade: «Históricamente, el Gobierno ha tenido que responder ante el Parlamento, cuya opinión debe respetar y cuyos convenios debería acatar».
Hoy en día la situación es muy diferente. El cargo de primer ministro lo ocupa un «oportunista mentiroso» (Boris Johnson) que «se ha abierto paso hasta lo más alto a golpe de embustes, primero en el periodismo y luego en la política», y cuyo principal asesor, Dominic Cummings, cerebro de la campaña Vote Leave [Vota salir] en el referéndum sobre el Brexit de 2016, ha sido descrito por el ex primer ministro David Cameron como un «psicópata profesional» y declarado culpable de desacato por el Parlamento a principios de año. «Quienes se oponen a estrellarse saliendo de la UE sin acuerdo son tachados de adversarios de la soberanía popular», afirma Patten.
La ausencia de acuerdo podría asestar un duro golpe a la economía británica, que ya se tambalea al borde de la recesión. El análisis Operation Yellowhammer [Operación Martillo amarillo] realizado por el Gobierno hace temer escasez de alimentos frescos, medicamentos y petróleo, perturbaciones en el funcionamiento de los puertos, y el riesgo de disturbios entre la población civil, en particular en Irlanda del Norte, donde el comercio a través de la frontera con la República de Irlanda se podría ver gravemente obstaculizado.
Para añadir leña al fuego, Johnson ha anunciado una larga y polémica suspensión del Parlamento desde el 11 de septiembre hasta el 14 de octubre, día en que el Discurso de la Reina iniciará una nueva sesión. La suspensión es prerrogativa del Gobierno entrante, aunque en este caso este sea resultado de la selección de un nuevo primer ministro, a raíz de la dimisión de Theresa May, por 90.000 miembros del Partido Conservador (el 0,1 por ciento de la población de Reino Unido), y no de unas elecciones generales. Lo normal es que las suspensiones sean cuestión de días y sirvan para que el nuevo Ejecutivo prepare el discurso que leerá la Reina, en el que se exponen los planes gubernamentales. El cierre actual, en un momento crítico de la historia de Reino Unido, reduce el margen del Parlamento para intentar asegurarse de que Gran Bretaña no abandona la Unión Europea sin acuerdo (la opción por defecto en ausencia de una acción alternativa).
Los partidarios del Brexit afirman que suspender el Parlamento (que rechazó tres veces el acuerdo de salida de May) respeta el referéndum de 2016 al garantizar que Reino Unido abandona la UE el 31 de octubre, con o sin acuerdo. En cambio, John Bercow, miembro del Partido Conservador y presidente de la Cámara de los Comunes, lo ha calificado de «escándalo constitucional».
El Parlamento se dirige ahora hacia un enfrentamiento con el Gobierno, y el país se enfrenta a la crisis constitucional más grave desde el siglo XVII. Por otro lado, el valor de la libra cae y se habla abiertamente de la ruptura del Reino Unido. Escocia e Irlanda del Norte votaron a favor de permanecer en la UE. El sistema político de Reino Unido se ha enorgullecido durante mucho tiempo de su pragmatismo y de evitar el extremismo. Las cosas ya no son así. Gran Bretaña no es un Estado fallido en el sentido comúnmente aceptado, pero la clase política es incapaz de servir a los intereses del país en su conjunto. Esta situación tal vez sea inevitable cuando se celebra un referéndum sobre un tema tan complejo como la salida de la Unión Europea con un umbral de decisión del 50 por ciento, demasiado bajo para un asunto constitucional tan fundamental, y la consulta se gana por escaso margen basándose en mentiras y argumentos simplistas.
William Chislett es analista asociado del Real Instituto Elcano