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El príncipe feminista

El consorte danés, un estrambote en un país sin complejos

Mayte Alcaraz

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Me caía bien Enrique de Laborde Monpezat . Contra todo pronóstico, el consorte de la Reina Margarita de Dinamarca, que murió ayer ochentón y triste, se rebeló contra su papel de florero en una de las Cortes más antiguas del mundo. Pronunció una frase típicamente ... feminista, aunque traída a su molino: «Hoy la mujer de un Rey recibe el título de Reina, pero el marido de una Reina, no se convierte en Rey al casarse. Así la pareja queda desequilibrada a ojos de la opinión pública. Esto es traumático». Tenía razón: se negó a ser príncipe florero haciendo suyo el discurso reivindicativo femenino mientras animaba a sus iguales, el príncipe de Edimburgo y Klaus de Holanda, a litigar contra la «discriminación laboral» de un príncipe. A punto estuvieron de fundar un sindicato contra la brecha salarial con las Reinas consortes. Era imposible no empatizar con él. Mientras otras Monarquías eran miradas con lupa, el admirado consorte huía a su fabuloso castillo de Caix, en el sur de Francia, a cultivar sus caldos; y por si fuera poco para un país rendido a la defensa de los animales, se ufanaba de comer carne de perro mientras publicaba un poemario dedicado a su perra salchicha Evita.

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