Vidas ejemplares

Política con las tripas

La polémica con los menas y la granada es un ejemplo de demagogia frente a soluciones

Los españoles podemos tener a gala que hemos sido uno de los pueblos menos xenófobos de Europa. Aquí viven 700.000 marroquíes, otros tantos rumanos, importantes comunidades de latinoamericanos. Pero los incidentes racistas han sido escasos frente a Francia, Alemania o Reino Unido. Ni siquiera ... en la sima de la crisis, que nos zurró de manera durísima, se revolvieron los españoles contra los extranjeros, o los culparon de sus problemas, como en la Inglaterra del Brexit. Tampoco hubo represalias tras atentados yihadistas que llevaban la firma de nacionales de países muy concretos. Una lección de civismo, de la que deberíamos estar orgullosos, si no fuese que autodespellejarnos es el deporte nacional.

El problema de la inmigración se ha de abordar con la cabeza y el bolsillo. No con las tripas o con la demagogia floral y huera del «seudoprogresismo». El Centro de Primera Acogida de Hortaleza, dependiente de la Comunidad de Madrid, no nació ayer. Durante años funcionó con éxito. Daba un techo, comida y educación a chicos de entre 14 y 17 años que se habían quedado en la calle, muchos huérfanos españoles. Su régimen consiste en que se levantan hacia las ocho y media, desayunan y luego reciben clase. A la tarde quedan libres y pueden elegir entre actividades, como los deportes, o salir. Por la noche deben permanecer en el refugio. Pero el modelo se ha visto desbordado por el aluvión de los llamados menas (menores extranjeros no acompañados). El centro, pensado para 35 plazas, pasó luego a 52 y muchas veces acoge a más de cien chicos. Está infrafinanciado (el Gobierno del supersocial Sánchez, por ejemplo, aporta un euro por mena que llega a Madrid). Sus residentes ya no son educados como es debido. Legalmente no se les puede prohibir salir o entrar, porque no estamos ante un reformatorio. Algunos de los chavales ociosos acaban incurriendo en hurtos por el barrio. En marzo incluso le dieron una paliza a dos vigilantes nocturnos. Los más conflictivos esnifan pegamento, roban en comercios y a paseantes desvalidos. A veces se equivocan de víctima (un atraco a un hispano, que resultó ser un pandillero, provocó una represalia violenta). Otras sufren ataques neonazis. En el barrio hay gente molesta, y Vox lo ha denunciado, pero con su error habitual: señalar un problema real con un lenguaje inflamado y sin ofrecer soluciones concretas y viables.

Esta semana, algún cabrón todavía no identificado metió una granada casera en el centro de Hortaleza. Y ahí arranca un repugnante circo político. El ministro del Interior, haciendo justo lo contrario de lo que debe hacer, que es aportar serenidad, incurrió en el disparate de señalar a Vox como los instigadores. La ministra Celaá, abusando de su cargo de manera execrable, repitió ayer el bulo en la rueda de prensa del consejo de ministros. Y Abascal, torito ciego, se revuelve acusando a «las cloacas del PSOE» y a «sus GAL» de haber puesto la bomba. Nada de esto arreglará el problema, que solo se solventará con medios, educadores, Policía de barrio y dispersión de los chicos por el país. Pero lo fácil es desbarrar.

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios