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Que la xenofobia es transversal, y no sólo patrimonio de la burguesía, lo demuestra el último desprecio a lo andaluz

David Gistau

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Recordemos aquel programa de televisión en el que Évole se llevó a Junqueras a conocer unas familias andaluzas. Para contar la expedición de Junqueras por Andalucía nos habría venido bien que ya estuviera acuñado el gentilicio «tractoriano» porque en verdad era la crónica del descubrimiento ... del mundo más allá de su linde rural y mental de un gran cateto. Por eso, la premisa del programa era falaz: partía de la idea de que el encuentro de catalanes y andaluces era el de civilizaciones que se desconocían mutuamente. Como si bajaran los marcianos y dijeran «Venimos en son de paz». No es cierto. Esa ignorancia del otro era un problema personal del «tractoriano», educado en la endogamia supremacista, en el achicamiento de espacios nacionalista.

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