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¿Perdón y olvido?

Eran fanáticos que mataban a cualquiera en cualquier lugar de España

Luis Ventoso

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No me considero ninguna prima donna del periodismo, sino más bien un jornalero del oficio con algo de chiripa. Pero aún así, en su día me tocó recibir consejos de protección personal para protegerme de ETA. Fue en Madrid a finales del siglo pasado, cuando ... alguien tuvo la original idea de convertirme en director de un pequeño periódico nacional. Un policía vino a explicarme que debía mirar los bajos de mi coche cada mañana antes de arrancar. También me enseñó que si en un día cálido me cruzaba con alguien vestido con una extemporánea prenda de abrigo, debía alejarme rápidamente, pues podría ser un terrorista que escondía su arma en el chaquetón. El primer día miré debajo del coche y también a los lados de mi portal. Pero enseguida olvidé aquello, pues me parecía algo remoto, un imposible. Sin embargo, lo cierto es que ETA continuó matando hasta marzo de 2010. Antes, en diciembre de 2006, reventó una de sus treguas ficticias haciendo estallar un coche bomba en un parking de la T4. Con ese atentado terrorista los gudaris eliminaron a dos peligrosos enemigos de Euskal Herria: dos ecuatorianos, uno de 19 años y otro de 35, que habían estacionado allí para recoger a unos parientes. Así era la lucha de ETA por la libertad de la patria vasca.

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