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Una macarrada tuitera

La Policía no puede utilizar Twitter como el desaguadero de pensamientos reflejos, mucho menos como palestra de exhibiciones macarras

Juan Manuel de Prada

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En diversas ocasiones hemos señalado que la tecnología no es un instrumento neutro. Su misión no es otra -según nos enseñase Marcuse- que «determinar la vida» de la gente, casi siempre supliendo o abreviando nuestras decisiones, hasta tornarlas por completo inconscientes o impremeditadas. Este efecto ... de la tecnología se prueba muy especialmente en el auge de las redes sociales, que se han convertido en el desaguadero de nuestros pensamientos reflejos, como si lo que escribimos en Twitter o Facebook ya no pasara por nuestro cerebro. A nadie se le escapa que las redes sociales están alterando el comportamiento humano, haciéndolo cada vez más impulsivo y exhibicionista; y, al abreviar nuestras decisiones morales, las torna casi siempre erróneas, cuando no monstruosamente bravuconas. Si a esta «nerviosidad» irreflexiva sumamos el afán inmoderado por agradar a nuestros «seguidores» y obtener un atronador aplauso que se traduzca en «me gustas» y retuiteos, convendremos que los efectos del uso de las redes sociales sobre la conciencia son estragadores.

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