Suscribete a
ABC Premium

Sala de máquinas

Las manos de los etarras

Julián Quirós

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Ah, los monstruos y su exquisita sensibilidad para lo pequeño, lo particular. Cuántos criminales se nos presentan irreconocibles en su taller de pintura, con las mimadas rosas y petunias o cuidando cachorrillos en la casa de campo. Esas delicadas pasiones que amansan a las fieras ... habituadas a derramar sangre y dolor a su paso. Casi todos los tiranos del siglo XX tenían salas privadas de cine y quizá se les escapara alguna lagrimilla en la semioscuridad. Hitler se derretía con la música clásica, y Stalin, en la ópera. Hannibal Lecter sublimaba su espíritu más elevado con los pinceles y la alta cocina. Al rato, dejaban a un lado sus tiernas aficiones y les volvía el asesino innato y premeditado. Ahora el Gobierno vasco busca socializar a los presos etarras con un rostro algo más humanizado; les ofrece reducir los días de cárcel a cambio de hacer cursos de artesanía. Que usen las manos, en definitiva, para moldear el barro o la madera en lugar de pegar tiros en la nuca. Qué asco.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia