¿Nos interesa China?
Una característica de la economía mundial, a finales del siglo XVIII, a partir del inicio de la Revolución Industrial, es la rapidez de sus cambios. Por ampliación de los mercados, por alteraciones tecnológicas, por novedades ideológicas, por situaciones demográficas, la aceleración histórica que experimenta la ... Humanidad es radicalmente nueva en su historia y, naturalmente, afecta, y cómo, a todas y cada una de las naciones.
En estos momentos, y sorprendentemente, en el ámbito de la crisis que nos acongoja contemplamos una realidad muy dispar a la de hace muy pocos años en tierras asiáticas. Basta señalar que, como se nos advierte en el trabajo «An astonishing rebound», aparecido en «The Economist» el 15 de agosto de 2009, el conjunto de China, Indonesia, Corea del Sur y Singapur, de acuerdo con las cifras del segundo trimestre de 2009, crece, en tasa anualizada, más del 10% en su PIB. Japón comienza, simultáneamente a salir de un larguísimo periodo de estancamiento.
La cabeza fundamental de este progreso es la de China. La India se incorpora, casi de inmediato a este progreso. Y España ha de reaccionar porque, por un lado, este desarrollo, ya de inmediato, repercute en Iberoamérica, donde tantos intereses tenemos. El Servicio de Estudios de BBVA, en su informe «Latinwatch», primer semestre de 2009, nos señala cómo esos beneficios, a través de compras de recursos naturales, se derivan de China hacia Argentina, Brasil, Chile y Perú.
En segundo lugar está el juego de la política económica internacional. Justamente cuando España va a ocupar la presidencia de la Unión Europea, ha surgido el fenómeno que destaca, en su editorial «G20 ou G2?», «Le Monde» de 31 de julio de 2009. Porque tras participar, como miembro en la reunión del G20 y de reunirse en junio de 2009, cerca de Moscú, con el grupo BRIC (Brasil, Rusia, India y China), el 27 y 28 de julio, China lo hizo en la Casa Blanca de Washington para iniciar un «diálogo económico y estratégico» con los Estados Unidos. Materias de debate no han faltado: la revaluación del yuan; la alternativa, para preservar las reservas de dólares en China, de buscar otra moneda internacional de reserva; las tentaciones proteccionistas de ambos países; la financiación china a Estados Unidos gracias al impresionante superávit por cuenta corriente del país asiático, que alcanzó en el año 2008 los 426.100 millones de dólares; los desequilibrios que crea un déficit del sector público norteamericano, que en el año 2009 alcanzará el porcentaje descomunal del 13´4% del PIB... Y todo esto, ¡al margen de Europa! ¿No habrá que intentar cambiar algo las cosas en esa etapa de la presidencia española?
En tercer lugar, el despertar europeo después del golpe sufrido, hará más importante el tráfico con este gigante mundo asiático. Y eso, al ir y venir las mercancías por el Mediterráneo, mejora, por primera vez en la Historia, a partir del descubrimiento de América, el papel de este mar, y también por primera vez desde la Revolución Industrial, la renta de situación de España. Véase lo que ya sucede con nuestros puertos de contenedores en Algeciras, Valencia y Barcelona.
Finalmente, está la observación de algo que puede derrumbar muchas de esas ilusiones. Ya se adivinaba en textos recientes del profesor Tamames. En China, en estos momentos, hay un mercado inmobiliario que parece muy recalentado y una Bolsa con cotizaciones que crecen más que en ninguna otra del mundo. El 10 de agosto de 2009, respecto al 31 de diciembre de 2008, el índice bursátil chino SSEB, en dólares, se había incrementado en un 88,7%, mucho más que cualquier otro mercado de valores del mundo y he aquí que una semana después experimentaba una caída del 10,5%, la mayor, con diferencia, de todos los mercados bursátiles esa semana. Todo eso puede acarrear recordemos los estudios del profesor Torrero sobre la crisis de Japón, iniciada exactamente así una crisis, con consecuencias adicionales a la actual.
Si España no está atenta a todo eso y no sabe reaccionar ante ello, puede aun agravar más su mala realidad actual.
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