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Cambio de guardia

El chamán y el asesino

«¡Mata el machismo, no el coronavirus!». Palabras. Hueras, locas… Al final, asesinas

Gabriel Albiac

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Mi generación fue nominalista. Fue exaltante apresar la vida autónoma de las palabras. En la lectura de los maestros de final de los sesenta, aprendimos que los sujetos no eran -éramos- más que amasijos verbales: «nudo de significantes». Me vuelve ahora, con nostalgia, la ironía ... de Lévi-Strauss, aquel sabio entre los sabios. Sugería, en sus clases, algo terrible. Pero ya se sabe -nos decíamos- cómo era el humor del maestro. Y lo olvidábamos. Tenía razón. Y, en aquel París de hipnóticas palabras, el etnólogo que había catalogado el mundo nos recordaba lo elemental: que la frontera entre nominalismo y chamanismo es muy tenue. Y que los jóvenes, que en aquellos años cotorreábamos letanías como cañonazos de Foucault, de Lacan, de Barthes, estábamos repitiendo las liturgias -por él catalogadas- que hacen del joven guerrero altavoz del mago, cuyas palabras no explican el mundo, lo construyen. Y, en el mundo, construyen a cada uno de los que a sí mismos se etiquetan de hombres.

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