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Editorial ABC

De falsa víctima a preimputado

Emergen pruebas de que Iglesias no era una víctima más del caso Villarejo, sino un oportunista que utilizaba a sus colaboradores como peones

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La decisión de la Audiencia Nacional de elevar una exposición razonada ante el Tribunal Supremo al apreciar indicios de delito en la conducta de Pablo Iglesias, ha vuelto a retratar la doble vara ética de medir que utiliza Podemos para criminalizar a los demás mientras ... sus dirigentes se exculpan a sí mismos. Pero sobre todo ha permitido conocer a los españoles por qué el vicepresidente del Gobierno desactivó el código ético de su partido, adaptándolo a posibles imputaciones para blindarse a la soviética de cualquier disidencia interna o dimisión forzosa. Podemos nació para regenerar la política, o eso decía mientras maquillaba su comunismo más caduco, pero se ha convertido justo en lo que Iglesias denuncia de otros. En próximos días el Supremo deberá dilucidar si los indicios penales merecen o no una acusación formal por denuncia falsa, destrucción de pruebas informáticas y revelación de secretos de la que fue su asesora Dina Bousselham, por cierto, con el agravante de género ya que se trata de una mujer chantajeada en el paraíso del feminismo que finge ser Podemos. En cualquier caso, emergen pruebas de que Iglesias no era una víctima más del caso Villarejo, sino un oportunista que utilizaba a sus colaboradores como peones para «actuar de una forma deliberadamente falsaria», engañarles para obtener réditos electorales, e inventar un caso contra él donde en realidad solo era otro presunto delincuente. Iglesias se levantó como víctima y se acostó con una pre-imputación.

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