Suscribete a
ABC Premium

El año extraviado

España ha tirado nueve meses al vacío. Los que el Estado tardó en comprender la verdadera dimensión del conflicto

Ignacio Camacho

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Si hay algo que todos deberíamos aprender de este año maldito es que el aplazamiento o la negación de un problema no evita su transformación en conflicto. La crisis de Cataluña representa el fracaso del pensamiento ilusorio: todo lo que el Gobierno sostenía, acaso hasta ... creía, que no iba a ocurrir ha ocurrido. Durante demasiado tiempo, el Estado ha justificado su incomparecencia en un cierto desdén por la temeridad del nacionalismo, que sin embargo ha cumplido punto por punto su programa íntegro. Toda la hoja de ruta secesionista fue anunciada por escrito. Las leyes de desconexión, el referéndum ilegal, la declaración de independencia; todo estaba advertido. Y todo fue ignorado, subestimado, puesto en entredicho hasta que se hizo tarde para entender que la revuelta iba en serio por mucho que pareciese un desvarío. Lo era, en efecto, pero un desvarío real, perseverante, granítico. Y ahí sigue, incluso después del artículo 155, encastillado en su fe casi religiosa, refutando sin respiro cualquier demostración oficial de optimismo.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia