EN PRIMERA FILA
Escenificaciones Borrás
La portavoz de JpC salió encantada con Don Felipe porque escuchó y no le impidió hablar de ningún tema
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Iniciar sesiónEl nivel de inverosimilitud al que ha llegado la situación en Cataluña obliga a preguntarse hasta qué punto los líderes independentistas se creen sus soflamas y en qué momento empieza la teatralización para encorajinar y manipular a sus votantes por el puro egoísmo de seguir ... viviendo de la política.
La comparecencia de Laura Borràs en el Congreso el jueves, tras ver al Rey, retrata la diferencia entre lo que piensan los líderes secesionistas y lo que dicen en público. La portavoz de JpC se presentó como la única con las suficientes narices para abroncar a Don Felipe y cuestionarle su papel como monarca a la cara. Con educación, eso sí. Una sinopsis que dista mucho de la que ella misma está haciendo a puerta cerrada y sin focos encendidos. Cuando nadie más escucha, Borràs cuenta que salió literalmente encantada de La Zarzuela tras encontrarse con un Monarca que, según ella, estaba enrocado en la posición de dialogar dentro del marco de la ley, pero que la escuchó en todo momento, sin cortarle en ningún punto, ni decirle que no podía hablar de alguno de los temas que ella colocó sobre la mesa. Ni siquiera cuando calificó de presos políticos a Oriol Junqueras, Jordi Turull, Josep Rull y compañía, poniendo en tela de juicio el funcionamiento de la propia democracia. Ni tampoco cuando cuestionó el discurso del propio Monarca tras la declaración de independencia de Cataluña. A Borràs le encantó que el Rey le dejara hablar del «dolor» de los líderes del procés en prisión y de sus familias, en mitad de una cita que nada tenía que ver con ese asunto, sino con la investidura del próximo presidente del Gobierno. Y el remate que retrata aquella entrevista son los nervios con los que la política catalana acudió a la cita. Resulta que ella, tan osada y valiente, estaba hecha un flan por el encuentro. Pensaba que Don Felipe le diría en algún momento «de esto no me hables» y afloraría cierta tensión, pero se encontró con todo lo contrario: un Rey con la capacidad de escuchar y dialogar con interés incluso desde una posición antagónica.
La historia de lo que pasó después en el Congreso, lo que la portavoz de JpC decidió contar y cómo lo contó -chuleta en mano-, es el arquetipo de hasta qué punto el discurso independentista se ha convertido en pura escenificación para el público catalán. Los líderes secesionistas no mienten porque hayan llegado a creerse sus propios embustes, sino porque necesitan que la gente se siga tragando esas mentiras. En este caso, que Cataluña ni tiene, ni necesita Rey. Ante la falta de principios sólidos, su verborrea entra en un contrasentido tras otro, aunque eso no importa. Solo cuenta que sus falaces proclamas mantengan movilizados a los votantes. Así, acusan a Don Felipe de no conocer la realidad catalana después de pitarle, insultarle e intentar que no visite ese territorio. O le advierten de que no es Rey en Cataluña pero le piden que levante el teléfono para resolver problemas empresariales, o que ejerza de árbitro con Madrid. Y cuando el Monarca les responde con diálogo replican con una coz mediática porque viven del enfrentamiento con el Estado.
Miguel de Cervantes enseñaba que «las palabras honestas nos dan un claro indicio de la honestidad del que las pronuncia». Dado que este gran autor era madrileño, quizás los independentistas no lo han leído. De lo contrario se habrían dado cuenta de que este movimiento perdió la honradez política hace ya mucho tiempo. La escenificación de Borràs es la prueba más reciente de ello.
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