Suscribete a
ABC Premium

El deseo y el esfuerzo

ENTRE el deseo y la obtención del mismo siempre ha estado el esfuerzo. Es cierto que en algunas ocasiones han podido mediar el azar, la lotería, la chiripa, la flauta que suena mediante el resoplido de un burro, pero son las menos ocasiones. De nuestros ... padres aprendimos que desear o soñar era el primer paso de, por lo general, una larga carrera de obstáculos: tardaron años en poder juntar para el seiscientos y sudaron tinta para pagar las letras del televisor que ilustró nuestra infancia. Ellos trabajaron para dejarnos un pequeño capital de enseñanzas y bienestar. ¿Qué hemos estado, en cambio, haciendo nosotros? Una colosal crisis de valores ha llevado a la sociedad a considerar que determinados marcadores de prosperidad podían conseguirse mediante el crédito fácil, rápido, no mediante el trabajo continuo y sacrificado. Así, no pocos matrimonios de edad intermedia han alcanzado un estadio de placidez social en el que no ha contado el calentamiento laboral necesario: el banco nos ha dejado dinero barato y con lo que sobraba de pagar la casa nos podíamos permitir un fin de semana en Nueva York y unas vacaciones invernales en la nieve. Sólo con el poder omnímodo de nuestra nómina. Como las situaciones nadie preveía que podían cambiar -el mundo va bien, todos prosperamos, hay dinero en la calle-, las alegrías presupuestarias hacían santiguarse a aquellos que sudaron sangre para conseguir siquiera vivir de alquiler. Ahora, cuando todo ha estallado, cuando una de las dos nóminas ha desaparecido, nos hemos dado de bruces con la realidad, con el fin del sueño. Nuestro comportamiento ha generado unas deudas que tendrán que pagar nuestros hijos, a los que no les dejaremos lo mismo que recibimos de nuestros mayores.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia