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Carlos Herrera

El cataluñazo recurrente

La inmensa mayoría no está por salir a la calle con azadones y bombitas

El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, junto al vicepresidente Oriol Junqueras EFE
Carlos Herrera

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Lo que no se resuelve, vuelve. Antes o después, pero vuelve. Y el mal llamado problema catalán personificado en una parte no mayoritaria de su población lleva sin resolverse desde la noche oscura. Bien fuera algún levantamiento en la Primera República, el oportunismo ... de Maciá en el advenimiento de la Segunda, el pronunciamiento de Companys a cuenta de la inclusión de la CEDA en el Gobierno Lerroux o ahora el aprovechamiento por parte de los dementes independentistas de la crisis de este decenio, siempre ha parecido que masas oceánicas del pueblo catalán se han personado a las puertas de la historia a defender sus libertades. Y, discúlpenme, no ha sido así. Si el conocido como pueblo catalán, en el caso de ser y comportarse como un todo homogéneo, unidireccionado, testarudo y constante, hubiera maniobrado valientemente camino de la búsqueda de su destino independiente, lo habría logrado hace siglos. Cuando lo ha intentado, tan sólo ha asomado la nariz en forma de asonada bravucona. En esta ocasión, la multiplicación de panes y peces de la sociedad de la información ha hecho que el ruido sobrepase, con mucho, las propias nueces.

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