Bush y los de aquí
Sonroja comparar el currículo del expresidente muerto ayer con los de Susana o Bonilla
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Iniciar sesiónCuando se repase la historia de los grandes presidentes de Estados Unidos probablemente se pasará por encima del número 41, que será recordado sobre todo porque engendró al número 43. Un colaborador con colmillo vitriólico resumió bien la importante carrera pública de George Herbert Walker ... Bush, fallecido ayer a los 94 años: «Nunca falló en ninguno de los puestos que ocupó. Pero nunca dejó huella en uno». Bush senior queda emparedado entre dos presidentes que sí marcaron época, Reagan, el padre de la revolución liberal-conservadora, y Clinton, un encantador de serpientes que recuperó la economía y caldeó su presidencia con sus aficiones salaces. Sin embargo, Bush recibió ayer el aplauso cerrado de todos los presidentes vivos. Incluso logró el milagro póstumo de poner de acuerdo en algo a Trump y Obama. Hay unanimidad en que fue «un gran servidor público», que entendió la política como «algo respetable» y que «tenía adversarios, pero jamás enemigos». De hecho acabó trabando un inesperada amistad con Clinton, que lo derrotó en las elecciones con el celebérrimo eslogan de «es la economía, estúpido».
Bush pudo ser un presidente un tanto melifluo. Pero repasas su trayectoria desde España y te abochorna la lacerante mediocridad de nuestra clase política. Su camino fue justo el inverso del que se estila aquí. Cuando se metió en política, Bush ya era un hombre acaudalado y de una biografía intensa y variada. En cambio la mayoría de nuestros dirigentes actuales carecen de vida profesional previa a la cosa pública y muchos logran en ella estipendios que jamás obtendrían compitiendo en la empresa privada.
George H. W. Bush podría haber pasado su vida plácidamente sin dar pancada, pues era nieto de un banquero e hijo de un senador. Un vástago de una familia patricia de la Costa Este. Pero a los 18 años, cuando iba a entrar en Yale, se alistó para combatir en la Segunda Guerra Mundial, convirtiéndose en el piloto más joven de la fuerza naval. Su avión fue derribado en combate y sobrevivió asido a una balsa durante horas. Regresó a casa como un héroe condecorado y volvió a Yale, donde se licenció en Económicas. A los 21 años se casó con la mujer con que compartiría toda su vida y tuvieron seis hijos. En lugar de quedarse en su tierra a chupar del enchufismo familiar, tomó la decisión de emigrar a Texas con su familia y fundó una pequeña empresa petrolera, Zapata, que lo hizo rico. Con su vida resuelta es cuando por fin decide dedicarse a la política: congresista, embajador, director de la CIA, vicepresidente con Reagan y por fin, presidente. Un hombre completo: héroe de guerra, empresario de éxito y servidor público en múltiples cargos relevantes.
Compadezco a los andaluces eligiendo hoy entre la flojísima Susana Díaz, una apparatchik instalada en el aspaviento y cuyo legado legislativo tiende a cero, que jamás ha trabajado fuera de la política y necesitó diez años para acabar Derecho; o Juanma Moreno, otro profesional de la política y un candidato tan liviano que Casado ha tenido que pandar con él porque ya era tarde para buscar otro. España necesita con urgencia que los mejores vuelvan a la política. Hoy escapan corriendo de ese festín de mediocres.
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