En primera fila

Las arrugas de Rubalcaba

«¿Crees que alguien me ha preguntado algo?», contestó el ex secretario general del PSOE sobre su interlocución con el Gobierno de Sánchez

El año pasado, unos días después de la llegada del Aquarius, un político amigo de Alfredo Pérez Rubalcaba le preguntó por dónde iría la posición que Pedro Sánchez defendería en el Consejo Europeo sobre inmigración que siguió a aquella crisis. El químico cántabro diseñó la ... política de extranjería de los socialistas durante sus cinco años como ministro del Interior y era lógico que su opinión fuera sondeada. Más aún teniendo en cuenta que el Gobierno no contaba aún su primer mes y el aterrizaje en La Moncloa había sido súbito tras la moción de censura. Pero el ex secretario general del PSOE respondió, «¿crees que alguien me ha preguntado algo?». Esta frase dicha por quien es unánimemente reconocido como un político de gran altura intelectual, un estratega de órdago y por encima de todo un hombre de Estado, revela a la perfección el desprecio de los nuevos líderes a la sabiduría de los políticos con experiencia. No se trata de gobernar lo mejor posible sino de crear una corte de fieles donde nadie se atreva a hablar en contra.

Con aquel comentario, Pérez Rubalcaba no se quejaba de estar fuera de la primera línea de la política, a la que no quería volver, sino de no poder traspasar su conocimiento para evitar errores que quizás él mismo cometió y recordar estrategias con las que acertó. Hoy, los mismos que consideraban que no tenía nada que enseñar, se dan golpes en el pecho por su pérdida.

La esencia de la buena política es llegar a acuerdos partiendo de que no nos entendemos. Dejando las pasiones al margen y poniendo la meta en alcanzar el progreso. Sin embargo, la perspectiva de la política española se ha desviado tanto que se ha vuelto normal que quienes fueron líderes de un partido no se hablen con sus sucesores y a la inversa. Si los que beben de la misma ideología son incapaces de dejar las revanchas al margen para construir un proyecto más sólido, ¿cómo van a ser capaces los políticos de hoy de llegar a pactos de Estado con quienes defienden ideas contrarias?

¿Es que no debe haber renovación en las formaciones? Por supuesto que sí y profunda siempre que un proyecto falla. Pero es un error llevarla a cabo barriendo del mapa a la generación anterior. Los partidos deben aprender a renovarse con un mínimo de armonía, no con hachazos. No se trata de crear nuevos cargos sino de mantener la comunicación abierta con las mejores mentes que abandonan la política. De nada sirve lamentarnos por los cerebros que perdemos ni rendirles grandes homenajes cuando nos dejan, si cuando están entre nosotros ni se cuenta con ellos ni se les permite seguir aportando. «En España se entierra muy bien», que premonizó Rubalcaba.

Es muy probable, por ejemplo, que si alrededor de los líderes actuales hubiera más sabios con arrugas y menos gurús lozanos, la política española no se hubiera bloqueado como lo ha hecho. No hubiéramos visto a un jefe del Gobierno guiñarle el ojo a quienes quieren romper España. Y no hubiéramos escuchado que quien aspira a sucederle le tilda de «okupa» e «ilegítimo». Cualquier político con dilatada experiencia habría advertido de lejos que estos errores solo traen desprestigio. Pero en el Congreso cada vez son menos los que creen que el parlamentarismo es mucho más que marketing, broncas públicas y tuits. Y eso era algo que contaban las arrugas de Rubalcaba. Aunque nadie le preguntaba.

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