La amistad

No hay nada en la vida que justifique la traición a un amigo

Cicerón escribió esta reflexión que nunca he podido olvidar: «No sé si con la excepción de la sabiduría, los dioses han otorgado al hombre ninguna cosa mejor que la amistad». Suscribo estas palabras porque, como decía el gran orador y estadista, la amistad nos ayuda ... a ser mejores y sólo es posible cultivarla dentro de la virtud.

He sido un hombre muy afortunado porque tengo muy buenos amigos y sólo siento hacia ellos una profunda gratitud. Por eso, me ha impresionado la ruptura entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, que, no por esperada, ha sido más lamentable.

Compartían despacho en la Universidad, pasaban los fines de semana con sus parejas en la sierra del Guadarrama, pensaban prácticamente igual y habían fundado juntos Podemos. Pero ahora la política les ha separado y enfrentado de una manera cainita.

Iglesias no tuvo empacho en humillar y relegar a Errejón en el último congreso de la formación en Vistalegre y éste se ha vengado al dejar tirado a su amigo antes de las cercanas elecciones, provocando un cisma que va a hacer mucho daño a la marca.

Los dos han considerado que era más importante su carrera política que los vínculos que les habían unido durante muchos años, lo cual me parece muy triste. Soy de los que albergo la ridícula y sentimental idea que es mejor renunciar a la ambición que perder a un amigo.

También Michel de Montaigne pensaba lo mismo y rendía culto a la amistad. Pocas cosas más emocionantes se pueden leer que lo que escribió a la muerte de Étienne de La Boétie, fallecido a los 33 años en Burdeos en 1563.

«Si comparo todo el resto de mi vida con los cuatro años que me fue dado disfrutar de su compañía, no es más que humo, no es más que una noche oscura e insípida. Desde el día que le perdí, no hago más que languidecer y los mismos placeres que se me ofrecen, en lugar de consolarme, hacen que se recrudezca su perdida», escribió Montaigne.

Admiraba mucho a Étienne de la Boétie por su Discurso de la servidumbre voluntaria, un opúsculo que se puede considerar como una exaltación del anarquismo avant la lettre. Ambos tenían caracteres opuestos porque Montaigne era apasionado y vitalista y De la Boétie era una persona tímida y contenida. Así como el autor de los Ensayos cultivaba el flirteo con las mujeres, su joven amigo era fiel a su esposa.

Cuando De la Boétie se puso enfermo, Montaigne no abandonó su lecho hasta su muerte y le asistió en su último suspiro, que le produjo una gran depresión que recogió en sus escritos. Un sentimiento de amargura que perduró hasta el final de sus días, cuando, tras rechazar una promoción en la Corte de Enrique IV, se refugió en su torre familiar para rememorar el tiempo pasado.

No hay nada en la vida que justifique la traición a un amigo porque anteponer los intereses a los vínculos personales es como clavarse un puñal en el vientre. La ruptura entre Iglesias y Errejón no sólo es un error, encierra, sobre todo, un acto de miseria moral que les hará mucho peores.

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