El batallón de los perplejos
Del «España nos roba» al «sálvame de la ruina, España»
Tras el «España nos mata», última patraña separatista a cuenta de la pandemia, la Generalitat de Torra reclama que los españoles de otras regiones les salven la temporada turística
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Iniciar sesiónTiene este batallón escrito en su cuaderno de campaña suficientes ejemplos de nacionalismo desbocado y cimarrón, de esos en los que una ideología pasa a convertirse casi en una patología social y política que, en casos extremos, termina siempre por apiolar la libertad por las ... buenas o por las malas. Hay que ser, por bemoles, como quiere que se sea el que manda en el invento. Y es tan cerril el movimiento que llega a perder la vergüenza incluso cuando todo el mundo observa que se está tirando en plancha a darse un reconfortante chapuzón en la alberca del ridículo. Esta misma semana se nos ha ofrecido el último ejemplo. La Generalitat del inhabilitado Quim Torra -aquel que definía a los catalanes que no son de la secta como «bestias carroñeras»- ha anunciado que quiere que los españoles de fuera de Cataluña le arreglen la desastrosa temporada turística que se les viene encima con la pandemia, ahora que ni los alemanes ni los ingleses ni los belgas ni los estadounidenses ni los holandeses ni los franceses o los italianos van a venir a las playas de Begur, Playa de Aro, Lloret, Sitges o Torredembarra por el más que seguro cierre de fronteras hasta más allá del verano. Así de claro lo tienen el gobierno regional separatista, las diputaciones secesionistas y muchos de los ayuntamientos de la muy combativa Asociación de Municipios por la Independencia, coordinados todos en la demanda de auxilio por la Agencia Catalana de Turismo. La campaña anunciada quiere hacer hincapié en los «vínculos emocionales» (sic) que unen a Cataluña con el resto de España (bueno, ellos no dicen lo del «resto»), unos lazos que aparecen justamente ahora cuando todo huele a ruina sobre el 12 por ciento del PIB catalán, los alrededor de 25.000 millones que aporta el turismo cada año. Se trata de compensar los 19.3 millones de turistas extranjeros que este año no van a pisar Cataluña.
En un suspiro hemos pasado del «España nos roba» al «socórreme España, que me arruino», no sin antes transitar entre medias por el «España nos mata», que esa fue la última infamia que la facción «indepe» trató de hacer viral entre sus huestes, inventando patrañas tales como que el coronavirus nació en Madrid o festejando alguna dirigente miserable los muertos en la capital.
Recuerda este puntapié a la coherencia, esta égloga del espíritu mezquino, a lo ocurrido en el País Vasco con el sector más «¡ayvalahos!», ese que parece que lleva tan enroscada la chapela que le impide pensar bien y que después de que el Ejército desinfectara lugares, trasladase cadáveres o levantara hospitales de campaña, ahora se descuelga con mociones, en las Juntas de Guipúzcoa por ejemplo, que califican su presencia de «falta de respeto a los vascos y las vascas».
El coronavirus terminará por tener vacuna o medicina que lo cure; lo suyo parece no tener remedio. Volverán al terreno de insidia en cuanto puedan, en el instante siguiente a que España les vuelva a ayudar a pasar un mal trago, que la lealtad y la gratitud no vienen en ninguna hoja del manual de instrucciones del nacionalismo más becerro, ese al que el sanchismo le sigue cantado serenatas de cortejo para que le permita seguir en La Moncloa.
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