SPECTATOR IN BARCINO

Puigdemont (y Sánchez) nos sacan la lengua

Se dedican ahora a lo mismo que se dedicaron en los años sesenta y que Pujol recogió en su programa 2000: imponer el catalán en todos los ámbitos

Plataforma por la división (12/08/2023)

Era un prófugo de la Justicia y se ha convertido en un Doctor No que monitoriza la política española y sus usos parlamentarios. Aprovechando la necesidad aritmética del amoral Sánchez, Carles Puigdemont nos vuelve a sacar la lengua. Hace cinco años se la sacó ... a los suyos: les convocó el lunes en la Generalitat para luego saludarles desde Bélgica; ahora se la saca a los españoles que esperaban verlo ante un juez para responder de sus delitos.

La lengua, la amnistía y la autodeterminación… ¡Y en vísperas de la Diada!, subrayarán sus conmilitones para que la ANC -el búnker más búnker- nos los tache de flojeras. Diez años de la «revolución de las sonrisas». De clamar que 'España nos roba'; de prometer, cual plan Pond's, república en dieciocho meses; de jugar a las urnas de cartón; de manifestaciones norcoreanas; de evacuar un pomposo libro blanco de la Transición Nacional; de las leyes de desconexión; de volver a poner urnas -de plástico esta vez- en el referéndum ilegal del 1-O donde se votaba varias veces; de proclamar la república de ocho segundos sin arriar la bandera española. De huelgas políticas con el apoyo de la Generalitat. De lloriquear por el 155. De incendiar Barcelona con el Tsunami, los CDR y la guerrilla borroka. Tanto lazo amarillo, tantas pancartas en la Generalitat que debería ser de todos para acabar indultados cual muñecos falleros…

Tras haber fracasado todo eso, se dedican ahora a lo mismo que se dedicaron en los años sesenta y que Pujol recogió en su programa 2000: imponer el catalán en todos los ámbitos. Esquerra consiguió la cuota catalana de Netflix y Puigdemont la traducción simultánea en el Congreso cuando intervengan diputados catalanes, vascos y gallegos. La imposición hubiera sido más plausible en el Senado, si el Senado fuera la cámara de las nacionalidades que debería ser.

Con esta «victoria» el independentismo catalán dice aquello de Laporta: «¡Al loro, que no estamos tan mal!»; y gracias al oxígeno sanchista, maquilla su decadencia política. El neurocientífico Adolf Tobeña constataba en su ensayo 'Catañoles' (EDLibros) que, pese a sus pompas místicas y su violencia ambiental, el 'procés' no ha podido con el bilingüismo. Y eso con la lluvia -fina o invasiva- de cuarenta años de un Régimen que ha representado la lengua como única expresión del ser catalán. Si el mantra nacionalista en todos sus terminales mediáticos es que la lengua catalana está en la UVI en la propia Cataluña… ¿Qué mejor manera de reafirmarse ante sus votantes que haber conseguido que se utilice en Europa y en el Congreso?

A falta de propuestas realistas -lo de la amnistía podría rozar la prevaricación y la autodeterminación es imposible dada la geopolítica europea actual- erigirse como el macizo de la lengua y vencer al rival -en este caso Esquerra- devuelve el protagonismo político al fugado de Waterloo. Lo más patético es que una competición localista convierta el debate parlamentario nacional en quita y pon de pinganillos. Y todo por un presidente (Sánchez) que quiere el poder como sea.

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