Gestión Forestal Sostenible: Un bosque en Örebro

Debido a su estricta regulación forestal, cualquier agente que desee explotar un área determinada de paisaje sueco sabe que un 5% de la misma debe quedar intacta para promover la diversidad biológica de forma natural. «Los insectos, entre otros grupos de animales, contribuyen a diseminar las semillas que más tarde poblarán de árboles los espacios en blanco generados por la tala. Algunos de esos insectos y animales, además, necesitan la ceniza para vivir; por ello, otro 5% del terreno se quema cada año», explica Bengt Brunberg, responsable medioambiental de Körnas. Las zonas que poseen cierta importancia cultural, que acogen a un buen número de especies amenazadas o que se encuentran próximas a los cursos de agua se suman a esa superficie considerada «intocable».

«Corto entre 17-19 árboles por hectárea (ha); la mandíbula de la máquina secciona el tronco y lo divide en distintas partes en función de su diámetro», cuenta Khaled, operario de la firma desde hace seis años. La mastodóntica herramienta que maneja ha sido diseñada por ingenieros fineses, cuesta cientos de miles de euros y dispone de un completo software que les indica a los conductores dónde queda prohibido talar.

Las cuchillas del ingenio mecánico llevan una tinta impregnada que señaliza las fracciones para facilitar su posterior recogida, sobre todo en invierno (falta de luz, presencia de niebla, nieve, etc.). «Las marcas de colores ayudan a identificar a las diferentes especies arbóreas que concentra un espacio concreto, así como las edades de los ejemplares segados, pues los productos que resultan se destinan a usos muy dispares», matiza Lisa Jansson, de la sección maderera de Körnas.

Si dejan crecer a nuestro amigo Pinus hasta los 30-40 años obtendrán de él madera (tableros); si su desarrollo continúa hasta los 60, dará una madera de mejor calidad (muebles) y pasta de papel. Y si volvemos a Örebro transcurridos 90 años, como le prometimos, veremos cómo sacan de él, además, combustible forestal.