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curiosidades de madrid

«Casas a la malicia»: pisos clandestinos para eludir los impuestos de Felipe II

El primer delito inmobiliario se cometió cuando se trasladó la corte a Madrid: el monarca estableció una carga denominada «regalía de aposento» para resolver el problema de alojamiento

«Casas a la malicia»: pisos clandestinos para eludir los impuestos de Felipe II gmm

s.l.

El primer delito inmobiliario se cometió en los siglos XVI al XVIII. Cuando Felipe II trasladó la corte a Madrid en 1561 , estableció también por primera vez una carga denominada «regalía de aposento» para resolver el problema de alojamiento que suponía la llegada a la ciudad capital de los personajes de la corte, funcionarios, embajadores, servidores, etc. Esto implicaba la obligación de los propietarios de casas de más de una planta a ceder los restantes pisos a los recién llegados. Como consecuencia, los madrileños comenzaron a construir viviendas que no pudieran cumplir con esta obligación: las «casas a la malicia», unos pisos clandestinos para eludir pagar los impuestos establecidos por el monarca.

Los primeros en evitar la imposición real fueron los propietarios de las clases adineradas dueños de inmuebles en el Madrid convertido en Corte. Apelando al refrán castellano de que quien hace la ley, hace la trampa, consiguieron que el Concejo de la Villa dejara exentas de la carga municipal a las consideradas «casas privilegiadas», condición que podía conseguirse a cambio de favores o donación hechas a la Casa Real.

La ley conllevaba el pago de un canon monetario de compleja recaudación. Las llamadas casas de «incómoda repartición» pasaron, con el tiempo, a denominarse «casas de la malicia» porque, astutamente, encontraron la manera de eludir pagar las tasas impuestas por el monarca.

En estas viviendas de dos pisos se aparentaba que la planta baja solo se utilizaba como establo, la primera planta era para la vivienda y el segundo piso era para el desván. Pero la realidad es que todas las plantas servían como alojamiento para los extranjeros, visitantes y huéspedes. Siempre que venía la inspección, solían camuflarlas para que parecieran lo que habían declarado. A principios de siglo se llegaron a contabilizar unas 6.000 casas de este tipo.

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