La crítica gestión de Ana Botella en el Ayuntamiento de Madrid

Botella llegó al sillón de alcaldesa llena de ilusión, con muchas ganas de pisar la calle y encantada del cargo y de su papel. Y así habría estado, con una gestión económica cargada de sentido común que embridó el gasto y retornó a la política de gastar sólo lo que se tiene –como en los buenos tiempos de Álvarez del Manzano– y salvando los servicios esenciales a base de contratos integrales que le trajeron más de un disgusto en forma de huelgas.

Pero la tragedia llegó una noche de Halloween, en 2012: su primer año de gobierno, y cinco niñas muertas en un local de titularidad municipal. Ese fin de semana fue caótico en el Ayuntamiento: el vicealcalde dio por buenos los datos de entradas vendidas que dio el organizador de la fiesta –ahora principal imputado–, y para colmo, la alcaldesa se marchó a un spa en Lisboa, una noticia que hizo tambalearse su imagen pública.

Cuatro crisis de gobierno después, Botella intentó recuperar el pulso político, pero ya nada era igual. En los últimos tiempos, las críticas a su gestión se han multiplicado.