Lotería de Navidad 2013: He soñado con el número del Gordo, ¿debo comprar el décimo?

¿Fruto de la casualidad o una corazonada? Uno puede soñar con el número del Gordo de la Lotería, buscarlo incansablemente -las nuevas tecnologías hacen que eso ahora sea tarea fácil-, comprarlo y acertar, pero no habrá más explicación que la suerte pura y dura. Ni nuestro cerebro es capaz de predecir el futuro ni ninguna fuerza externa nos va soplar la combinación (ya nos gustaría). El azar deja poco margen a que intervenga nada más. Podemos soñar con un número y que el resultado más probable sea... 20 euros menos en el bolsillo. Por su experiencia, Corona asegura que el caso de la familia del 6.381 es único. «Otros clientes nos piden números con los que han soñado, pero no han sido premiados», señala. «Yo creo que algo así es fruto de la casualidad».

Pero existe algo mágico e irresistible en la idea de la ensoñación. Los sueños de este tipo -también podemos tenerlos despiertos-, suponen «una fuente de gratificación, son situaciones que podemos elaborar y que nos hacen sentir bien», explica Elena Borges, psicóloga clínica que trabaja en Madrid. «Pero la suerte no está escrita, si nos ocurre y nos toca es una mera coincidencia. Si no, estaríamos hablando de algo inverosímil, de parapsicología», añade.

Según Borges, este tipo de «ideas cabalísticas, pequeñas supersticiones del día a día», no son malas, solo expresan el deseo de una persona, «siempre que se distinga entre sueño y realidad». Lo peligroso es cuando «el dinero se tira por la borda, entonces estaríamos hablando de un comportamiento patológico». La psicóloga cree que hablar de intuición en estos casos no es adecuado (ya que no existe ninguna lógica oculta) y recuerda que hay que evitar los disparates, ya que «las épocas de crisis y de incertidumbre fomentan los juegos de azar».

Por si alguien quiere saber qué fue de la familia afortunada con una hermana «pitonisa», Corona nos cuenta que siguen jugando a la Lotería como fieles clientes, pero que nunca más les ha vuelto a tocar. Será que las artes adivinatorias no acostumbran a repetirse.