Madrugón en calma por San Juan
En la noche más corta del año no hubo tiempo para sorpresas desagradables y la fiesta grande de La Coruña volvió por donde había venido, sin hacer ruido

Faltaban pocos minutos para las siete de la mañana cuando los primeros rayos de sol, los más madrugadores de todo el año, ponían oficialmente punto y final a la noche de San Juan . Oficialmente ya era de día, aunque los más resistentes de entre los que salieron a festejar el solsticio de verano se aferraban a las playas y se negaban a volver a sus casas. Unos pocos, que no querían dejar pasar la oportunidad de contemplar un amanecer precioso, se encaramaron al cabo sobre el que se erige la Torre de Hércules. Mientras hacían «footing» matutino, paseaban al perro o, simplemente, permanecían sentados en una roca con la mirada perdida en el infinito, pensaban cómo, a partir de ahora, al sol se le pegarán cada vez más las sábanas por las mañanas y atrasará cada día un poquito más el despertador.
Tanto a los que seguían todavía sobre el firme de La Coruña como a los que yacían ya en la cama esperando a conciliar el sueño, la medianoche que marca la frontera entre el día 23 y el 24 parecía ya muy, muy lejana. Ese era el momento en el que ardía el meco y arrancaban los fuegos de artificio. Sobre la arena, las hogueras más apegadas a la tradición esperaban a que las dos agujas del reloj indicasen las 12 para prenderse. Tendidos en la arena y bien saciados de churrasco o de sardinas —que, según reza el dicho popular, «polo San Xoán mollan o pan»—, los coruñeses y los que fueron a la urbe herculina atraídos por el misticismo de esta fiesta milenaria observaban en estado de trance los estallidos de colores sobre el cielo herculino.
La mayoría de los que se desperdigaban por las playas de Riazor, el Orzán y el Matadero bordeaban las dos decenas de años. Algunas chicas que no llegaban a ese umbral, en un guiño a las nuevas tecnologías, llevaban escrito su usuario de Twitter en la espalda para posibles interesados. Alrededor de las hogueras, los grupos que se congregaban iban desperezándose y animándose a saltarlas las siete veces que son preceptivas para ganar un año de buena fortuna.
Menos incidencias
Las botellas llenas de todo tipo de bebedizos iban bajando y, paralelamente, la tienda de campaña de emergencias que estaba ubicada en La Coraza comenzaba a recibir visitas. Alrededor de ella había un bosque de antenas, encargadas de captar la señal que emitían las diez cámaras fijas y dos móviles instaladas a lo largo del Paseo Marítimo para evitar chapuzones u otro tipo de actos imprudentes. Concretamente, fueron 119 personas las que requirieron asistencia médica, de las que once fueron trasladadas a hospitales. Según recuerda el Ayuntamiento, es una cifra sensiblemente inferior a la del año pasado, cuando hubo 148 incidencias. Entre ellos había 44 quemados, 19 personas con intoxicaciones etílicas y una por drogas, además de algo más de cincuenta que presentaban golpes o agresiones.
De entre estas últimas, una provocó la pérdida de dos dientes a un joven de 21 años, otra acabó con un rocambolesco intento de fuga de un adolescente arrestado, que acabó esposado y autolesionándose contra el coche patrulla. La más grave de las trifulcas de la noche se registró en torno a las 7.30 de la mañana, cuando un grupo de agentes observó a un joven de 19 años persiguiendo a otro con un palo en la mano y con «clara intención de agredirlo», según puntualiza la Policía Local. Al intentar escapar de los policías, chocó con otro grupo de ellos y cayó al suelo junto con una agente que tuvo que ser trasladada en ambulancia a un centro médico. Después intentó patearlos y golpearlos antes de ser detenido. Además de un par de intentos de hurto, la Policía tuvo que detener a un hombre que estaba encendiendo una hoguera sobre un banco de la avenida de los Caídos. Fue necesaria la acción de los Bomberos para apagarla.
A las seis y media, las playas de Riazor y Orzán se cerraron. La fiesta seguía en la carpa de música electrónica en la explanada de la Torre mientras los servicios de limpieza dejaban los arenales como nuevos, algunos se lavaban ya la cara con las hierbas de San Juan y, a pocos metros de la colina de todo un Patrimonio de la Humanidad, otros seguían contemplando el amanecer más madrugador del año.
Noticias relacionadas
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete