Un 'show' de fuerza del presidente anciano
Joe Biden caminó el lunes debajo del cielo de Kiev, con una corbata con los colores de Ucrania, delante de las cúpulas doradas del monasterio de San Miguel, símbolo de la resistencia ucraniana frente a las fuerzas prorrusas
Las imágenes de la visita de Biden a Kiev
Putin contrarrestará la visita de Biden a Kiev con un golpe de efecto
Joe Biden este lunes en Kiev
Hace un año, Vladímir Putin estaba a un par de días de poner en marcha la invasión de Ucrania. Su plan contaba con una toma rápida de Kiev, que forzaría la caída del Gobierno de Volodímir Zelenski y la instauración de un gobierno ... títere, al servicio de Moscú.
Si esa hoja de ruta hubiera funcionado, quizá hubiera sido Putin quien se hubiera paseado por las calles de la capital y entrado en el palacio Mariinski para celebrar la lealtad inexorable de Ucrania a la gran Rusia.
Pero quien ha caminado debajo del cielo de Kiev, con una corbata con los colores de Ucrania, delante de las cúpulas doradas del monasterio de San Miguel, símbolo de la resistencia ucraniana frente a las fuerzas prorrusas, ha sido Joe Biden.
Los cálculos militares de Putin no salieron bien. Kiev, con Zelenski, al frente resistió. Por el coraje de los ucranianos y por la inyección multimillonaria de armamento de EE.UU., sobre todo, y de sus aliados occidentales.
Hace casi un año, Zelenski estaba en un búnker, con fuerzas rusas pocos kilómetros al norte de Kiev y con varias tramas de asesinato en su contra. Este lunes recibió al comandante en jefe de la primera potencia mundial en Mariinski a la luz del día.
Joe Biden en el tren dirección Kiev
La visita fue un 'show' de fuerza de un presidente que vive bajo la sombra de la debilidad. A sus 80 años, Biden perpetró un viaje en secreto, atravesó la frontera entre Polonia y Ucrania, viajó diez horas en tren de noche y, en el momento de mayor dramatismo, caminó junto a Zelenski por las calles empedradas de Kiev bajo el ruido de las sirenas antiaéreas. Es un viaje que han hecho muchos líderes aliados de Ucrania -hasta la primera dama, Jill Biden, tuvo una pequeña incursión en territorio ucraniano, cerca de la frontera, el año pasado- pero ninguno con el significado y los riesgos de esta.
Biden busca la fortaleza
La aparición en Kiev será uno de los momentos que definirán su presidencia. Con la visita, Biden busca mostrar fortaleza en varios frentes. En primer lugar, simboliza con la presencia de su propio pellejo en un país en guerra, en medio de amenazas de bombardeo ruso en conmemoración del comienzo de la guerra, el «apoyo inquebrantable» a Ucrania del que siempre habla su Administración.
El viaje secreto le servirá también de capital político en las reuniones con sus socios occidentales previstas este martes y miércoles en Varsovia. El principal objetivo es mantener la unidad de la OTAN en el apoyo a Kiev, en un momento decisivo para la guerra.
Se da por hecho que Putin impulsará una nueva ofensiva militar esta primavera o principios de verano para capturar más territorio ucraniano y en las últimas semanas se ha comprobado mayor debilidad ucraniana en el frente ante el empuje ruso. Por ejemplo, en la ciudad de Bajmut, donde la pelea es encarnizada. Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, ha defendido que esa ofensiva ya ha comenzado y que la intensidad en la batalla se ha intensificado.
Biden busca que los aliados mantengan el apoyo militar -como con el reciente envío de tanques- y político al Gobierno de Zelenski, sin que haya concesiones prematuras a Moscú en una negociación que dejaría a Ucrania en posición de debilidad.
Discurso en Varsovia
Este martes, Biden dará un discurso en Varsovia en el que llamará a esa unidad y servirá como respuesta al que Putin prevé pronunciar, el mismo día, ante el Parlamento ruso y en el que no dará marcha atrás en sus ambiciones sobre Ucrania. La estrategia del presidente ruso es mantener la presión militar a todo coste y esperar a que, tarde o temprano, el bloque occidental empiece a mostrar fisuras claras. Alargar la guerra hasta 2024 le permitirá que Ucrania y el coste económico sean un elemento desestabilizador en las presidenciales de EE.UU. del año que viene.
La realidad es que los descosidos en el frente común con Ucrania se empiezan a notar ya en casa. El apoyo a la causa ucraniana se deteriora. Las encuestas muestran cómo los estadounidenses: el 48% de los estadounidenses se mantiene a favor del envío abundante de armas -más de 30.000 millones de dólares, desde el comienzo de la invasión-, frente al 60% de mayo, según una encuesta de AP.
En la escena política, la división crece, a pesar de que Biden insistió ante Zelenski en Kiev que los dos partidos están en el mismo barco. Donald Trump, la voz más poderosa entre los republicanos y candidato a la presidencia, ha defendido que se pare la guerra, aunque eso permita a Rusia quedarse con el 20% del territorio de Ucrania que controla en estos momentos. Los republicanos controlan ahora la Cámara de Representantes y eso supondrá obstáculos mayores en esa ayuda ilimitada. Un grupo minoritario de diputados de su bancada han exigido que se corte toda ayuda financiera y militar a Kiev.
Todo eso no será suficiente para contrarrestar las mayorías suficientes que tiene el Congreso a favor de mantener el soporte indispensable para Ucrania, pero exacerbará el debate de cara a las elecciones del año que viene.
Todo apunta a que Biden estará en ellas el año que viene, en busca de una reelección con casi 82 años. Las dudas sobre su capacidad física y cognitiva para seguir en la Casa Blanca -su segundo mandato acabaría con 86 años- le perseguirán en toda la campaña. Biden podría confirmar sus intenciones de reelección en las próximas semanas. La imagen histórica en Kiev, desafiante ante Putin, con abrigo de paño y gafas de aviador, le dan la imagen de fortaleza y determinación con la que quiere que le vean los votantes.