Quince mujeres gobiernan en países europeos: ¿Por qué no hay ninguna en países de mayoría musulmana?

La izquierda feminista occidental mira hacia otro lado en casos flagrantes

Educar contra la muerte

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en una rueda de prensa AFP

Tras el debate televisado en la campaña electoral norteamericana nadie se sorprendería ya de que la candidata demócrata, Kamala Harris, llegue a convertirse el próximo mes de noviembre en la primera mujer presidenta de Estados Unidos. Hace mucho que esa realidad no es noticia ... en Europa: 15 de sus 50 países están presididos por mujeres. En el círculo más estrecho de la Unión Europea son siete las que ocupan esas posiciones, aunque tres de las grandes instituciones de la UE están presididas también por mujeres: Ursula von der Leyen al frente de la Comisión Europea, Roberta Metsola al frente del Parlamento Europeo, y Christine Lagarde al frente del Banco Central Europeo.

La presencia femenina, cada vez más familiar en la escena política occidental, contrasta vivamente con la ausencia total de mujeres en el mundo del islam, que comprende casi una cuarta parte de la población mundial. La discriminación de la mujer en política no es ni ha sido nunca una preocupación de la izquierda feminista europea, que se abstiene de hacer campaña en favor de la mujer iraní, saudí o palestina.

No existe, sobre el papel, ningún inconveniente para que las mujeres musulmanas actúen en la vida pública, salvo la aplicación práctica de la Sharía, la ley islámica. También cuenta la tradición, que se expresa en los hadices, los «dichos y hechos del profeta Mahoma», transmitidos por testigos de su vida y recopilados años después de su muerte. Varios -de los 7.275 de la llamada 'colección Bujari', que el consenso musulmán considera como verdaderos- podrían ser considerados abiertamente misóginos.

El más desalentador para la musulmana que sienta vocación por la política es quizá el que afirma: «¡No conocerá nunca la prosperidad el pueblo que confíe sus asuntos a una mujer!». En su ensayo «El harén político», la escritora marroquí Fátima Mernissi ha rebatido la veracidad de ese hadiz, pero sus razones chocan contra un muro.

Las 15 mujeres que gobiernan en países europeos

  • Giorgia Meloni - Primera ministra de Italia

  • Viola Amherd -Presidenta de Suiza

  • Halla Tómasdóttir - Presidenta de Islandia

  • Mette Frederiksen - Primera ministra de Dinamarca

  • Evika Silina - Primera ministra de Letonia

  • Ingrida Šimonytė - Primera ministra de Lituania

  • Maia Sandu - Presidenta de Moldavia

  • Nataša Pirc Musar - Presidenta de Eslovenia

  • Borjana Krišto - Presidenta del Consejo de Ministros

  • Vjosa Osmani - Presidenta de Kosovo

  • Gordana Siljanovska-Davkova - Presidenta de Macedonia del Norte

  • Katerina Sakellaropoulou - Presidenta de Grecia

  • Ursula von der Leyen - Presidenta de la Comisión Europea

  • Roberta Metsola - Presidenta del Parlamento Europeo

  • Christine Lagarde - Presidenta del Banco Central Europeo

Mernissi utiliza como argumento la febril actividad política de la esposa favorita de Mahoma, Aisha, que tenía 18 años a la muerte del profeta en el 632. Todos los historiadores coinciden en que Aisha desempeñó un papel fundamental en la vida de los dos primeros califas, sucesores de Mahoma, contribuyó a desestabilizar al tercero, Utman, y se puso al frente de los opositores al cuarto, Alí, en la llamada Batalla del Camello (que las feministas saudíes usaron en su día para reivindicar su derecho a conducir, porque la mujer del profeta llevaba las riendas de su propio medio de locomoción).

Buena parte de los eruditos del islam culpan en cambio a Aisha de haber contribuido a la división fundamental entre suníes y chiíes. Los primeros, vencedores de la batalla, dieron lugar a la corriente mayoritaria suní, y los segundos a la minoritaria chií. Las biografías de la esposa favorita de Mahoma, en particular la más popular que apareció en 1946 escrita por Said al Afgani, creen que la Batalla del Camello (año 656 d. C.) puso en guardia a los musulmanes de los males que se derivan de querer imitar a los occidentales y permitir que la mujer entre en política.

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