La explosión de los buscas supone un paso más hacia otra guerra en el Líbano

La ola de terror desatada por la explosión de miles de buscapersonas en el Líbano acerca, sin embargo, un poco más la posibilidad de otra guerra convencional entre Israel y el país del cedro, bien a raíz de una ofensiva de la milicia chií de Hizbolá, bien por un ataque preventivo del Ejército hebreo. Una posibilidad que no puede desear el Gobierno de Benjamín Netanyahu, aunque llegado a este punto del conflicto tampoco descarta.

El Gabinete israelí acaba de decir que el retorno de los miles de ciudadanos desplazados de sus casas en el norte del país es un «objetivo prioritario». Y eso significa hacer enmudecer a Hizbolá, que desde el comienzo de la guerra de Gaza, hace casi un año, ha protagonizado unos 7.000 ataques contra objetivos del norte de Israel. A diferencia de los islamistas de Hamás, el movimiento libanés cuenta con el ejército no estatal quizá más poderoso del mundo, entrenado y financiado por Irán, y con un grado de fanatismo similar al de los yihadistas palestinos.

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Alexia Columba Jerez

La única barrera que se levanta al, enésimo, conflicto armado entre Hizbolá e Israel es la presión de los dos tercios del Líbano que no son chiíes -son musulmanes suníes y cristianos- y a lo único que aspiran es a un periodo prolongado de paz para rehacer el país -la antigua y malograda 'Suiza de Oriente Próximo'-, después de décadas de guerra ininterrumpidas.

Quizá por esa razón, más que por escrúpulos morales, los golpes de la Inteligencia israelí contra sus enemigos árabes tratan de privilegiar siempre el asesinato 'selectivo' frente al bombardeo indiscriminado. La sofisticada operación, que según los indicios llevó meses, para introducir en miles de buscapersonas una pieza falsa con unos 20 gramos de material explosivo, pretendía el efecto que ha logrado: matar a pocos, herir a miles, sembrar el terror, y dejar constancia de que el enemigo es el rival chií, no el resto de la población del Líbano.

Quizá sin pretenderlo, el ataque del Mossad contra Hizbolá -que tenía prohibido el uso de móviles precisamente para no facilitar la localización al 'enemigo sionista'- ha introducido además una nueva dimensión en la guerra moderna. Hasta ahora, las acciones del pirateo tecnológico se limitaban al 'software'. Con la 'Operación Bíper' la guerra electrónica aborda también la posibilidad de sabotear el 'hardware' y causar víctimas.

El ataque anota otra muesca en los servicios de Inteligencia israelíes, quizá los mejor preparados del mundo, aunque pone también en evidencia la torpeza del líder de Hizbolá, Hasan Nasralah. El pasado mes de febrero, el dirigente islamista chií pidió por televisión a sus seguidores que destruyeran sus teléfonos móviles o los bloquearan definitivamente, dando a entender que cada celular era más peligroso que un espía israelí. La publicidad de esa medida permitió a la Inteligencia israelí descubrir cuál era la tecnología que en el futuro usarían los miles de militantes yihadistas, y a partir de ahí cómo pensaban sustituirla por buscas. Una tecnología sencilla y anterior el móvil, que no necesita tarjeta SIM ni conexión con Internet, pero con un mercado muy limitado y fácil de rastrear.