DE LEJOS
¿Por qué la guerra de Ucrania también depende del poder más blando de todos?
El presidente Trump ha dejado saber su frustración con Putin por no querer acabar con la guerra que comenzó hace cuatro años
¿Por qué Trump no tiene vergüenza a la hora de hacer caja desde la Casa Blanca?
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Iniciar sesiónJusto antes del funeral por el Papa Francisco, Donald Trump y Volodímir Zelenski se sentaron cara a cara en la basílica de San Pedro. Ambas partes coincidieron en que había sido una reunión muy productiva. La imagen de aquel encuentro no debió gustar nada ... al Kremlin. Sobre todo, por la sensación de que en aquel 26 de abril se estaba lanzando una moneda al aire que todavía no ha terminado de caer.
El presidente Trump ha dejado saber su frustración con Putin por no querer acabar con la guerra que comenzó hace cuatro años. Como aviso a Moscú, ha vuelto a facilitar armamento avanzado a Ucrania. Ha vinculado a Washington con Kiev con un pacto sobre recursos naturales a largo plazo. Incluso se ha sumado, aunque sea telefónicamente, a las presiones europeas para un inmediato e incondicional alto el fuego.
La elección del Papa León XIV ha añadido otro impulso adicional a esa moneda en el aire. El nuevo líder de la Iglesia Católica ha roto con la discreción de su antecesor al respaldar abiertamente a Ucrania y demandar «una paz justa y duradera». Uno de los grandes problemas de la veterana diplomacia del Vaticano es que a veces resulta incomprensible cuando se empeña en mantener su influencia a toda costa.
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En su primera aparición dominical, León XIV afirmó: «Llevo en mi corazón el sufrimiento del querido pueblo ucraniano». Todo un contraste con el difunto papa cuando el año pasado sugirió que el Gobierno de Ucrania debía tener el valor de rendirse para poner fin rápidamente a tanto sufrimiento.
El final de la guerra depende también del poder más blando de todos: la autoridad moral. O como dice Kiril Lakota, Cirilo I, en Las sandalias del pescador: «¿Dar la espalda y lavarme las manos, como Poncio Pilato? No puedo lavarme las manos del mundo, y ustedes tampoco pueden. Hermanos míos, si este es el último sonido que emite el último hombre vivo, debe ser gritado alto y claro. La vida es un regalo de Dios».
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