¿Qué deberíamos aprender de Alexéi Navalni?

Tras dejar en evidencia los dos cimientos del régimen de Moscú –el miedo y la codicia–, el objetivo de Navalni era mantenerse relevante hasta el final. De hecho, estaba alentando una protesta contra las elecciones 'fake' que el Kremlin tiene previsto coreografiar el 15 de marzo. A pesar de que Putin depende mucho más de los votantes de EE.UU. que de sus propios compatriotas, Navalni había propuesto que los rusos fueran a votar en bloque a las doce de la mañana para colapsar esa pantomima electoral.

El último crimen de Putin ilustra cómo es de oscuro el mundo que aspira a hacer realidad. Con una Rusia que empezó como democracia imperfecta para convertirse en una tiranía cada vez más perfecta y coordinada con otras autocracias. Una humanidad amenazada al justificarse el uso de uso de la fuerza contra los vecinos con fines políticos. Una seguridad colectiva abrumada por la proliferación de armas de destrucción masiva, incluyendo el despliegue de cargas nucleares en el espacio.

Y mientras tanto en Occidente, arrastrando los pies con la ayuda militar a Ucrania y barra libre a la injerencia rusa en nuestro politiqueo. Con idiotas útiles como Tucker Carlson maravillándose de lo limpito que está el metro de Moscú. Y la deprimente posibilidad de que las tres democracias más grandes del mundo –India, EE.UU. e Indonesia– elijan este año a impresentables admiradores de Putin. No hace tanto tiempo, Ronald Reagan exigía a Moscú que derribase el muro de Berlín. Y ahora, «naranjito» anima a que el hombre del saco del Kremlin se lleve por delante a los países morosos de la OTAN.