Italia en Europa: siembra tecnocracia y recogerás populismo
Es un caso paradigmático en Europa de cómo los tecnócratas y los populismos se retroalimentan
Jorge Tamames
Las elecciones italianas han generado dos reacciones básicas. La primera es una mezcla de escándalo y consternación ante el resultado. Destaca el avance de los Hermanos de Italia (FdI), que pasan del 4% del voto en 2018 a un 26%: una ventaja notable respecto ... a su rival más cercano, el Partido Democrático (PD, 19%). El descalabro y falta de orientación de las fuerzas de izquierda, unido al avance histórico de la abstención (más de un tercio del electorado se quedó en casa), completan un cuadro de desencanto social. La segunda reacción es de tipo semántico. ¿Es FdI un partido fascista, de derecha dura, ultraconservador, nacionalista-identitario, iliberal o todo lo anterior? Esta cuestión es relativamente sencilla de aclarar. El FdI, siguiendo el planteamiento del intelectual italiano Enzo Traverso, es una formación 'postfascista'. Proviene del Movimiento Social Italiano, cuyo fundador, Giorgio Almirante, fue un dirigente de la República de Saló. Giorgia Meloni –al frente de la formación desde 2014, Ministra de Juventud entre 2008 y 2011– nunca ha escondido ese trasfondo. Todo indica que el Gobierno que dirigirá –en el que figurarán la Liga de Matteo Salvini (9% del voto) y Fuerza Italia, de Silvio Berlusconi (8%)– se inspirará en el ejemplo de países como Hungría y Polonia.
Como explica el experto en derecha radical Guillermo Fernández Vázquez, a estas fuerzas les une una concepción esencialista y reaccionaria de sus respectivas naciones–supuestamente amenazadas por inmigrantes, el «globalismo» y la erosión de los valores tradicionales–. Pero les separan tres asuntos clave. El primero es su relación con la Rusia de Vladímir Putin: un gobernante tradicionalista y autoritario, pero incómodo para Bruselas (entendida como sede de la OTAN más que de la UE).
Otro es su agenda económica (en algunos casos ultraliberal; en otros, defensora de una suerte del Estado del bienestar chovinista). El último es su actitud ante el proceso de integración europea, que va desde las posiciones eurófobas a las que buscan retorcer la UE para adaptarla a sus preferencias. En el Parlamento Europeo, estas posiciones se corresponden con las del grupo Identidad y Democracia (ID) y los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), respectivamente.
Pese a su discurso a menudo histriónico, las posiciones del Meloni en estos tres ámbitos son las más asimilables para el establishment europeo. Se muestra partidaria de la OTAN y es su socio de coalición putinista, Salvini, quien ha sufrido un fuerte desgaste electoral. Preside el grupo ECR desde septiembre de 2020. Y sus recetas económicas serán convencionales. Con una deuda pública que ronda el 150% del PIB y una economía estancada desde hace décadas –concretamente, las transcurridas desde su entrada del euro–, Italia difícilmente puede avivar choques con Bruselas que obstaculicen el desembolso de los fondos 'Next Generation'. Pero esta fragilidad no debería ser motivo de regodeo. Como explica el economista Philipp Heimberger, los problemas de Italia no derivan de la pereza de su clase política o los vicios de su sociedad, sino de fallos estructurales en el conjunto de la economía política europea, que no se resolverán hasta que la UE apueste por nuevos modelos de crecimiento.
Todos estos matices tal vez se pierdan en un debate general que, como cada vez que Italia celebra elecciones, declama los peligros del «populismo» y «la demagogia». Volvemos a la combinación de escándalo y consternación que señalaba el primer párrafo. Cabe destacar que el auge de fuerzas «populistas» como FdI, la Lega o el Movimiento Cinco Estrellas (M5S) no se entiende sin su imagen especular: gobiernos técnicos como los de Mario Draghi y Mario Monti. «La tecnocracia sostiene que solo hay un tipo de políticas públicas posibles; el populismo, que solo existe una voz auténtica del pueblo», explica el politólogo Jan-Werner Müller. «Ni los tecnócratas ni los populistas consideran que haya una gran necesidad de debates democráticos. En cierto sentido, ambos son curiosamente apolíticos».
Italia es un caso paradigmático de cómo ambas tendencias se retroalimentan. Meloni no será capaz de revertir esta tendencia, pero sí de agravar sus efectos más nocivos.
Jorge Tamames es investigador del Real Instituto ElCano
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