Jacinda Ardern, en las antípodas de la política tradicional

Icono del liderazgo basado en la empatía, la primera ministra de Nueva Zelanda renuncia al poder agotada tras haberse enfrentado a tragedias como el atentado islamófobo de Christchurch y la pandemia

Jacinda Ardern renuncia como primera ministra de Nueva Zelanda EUROPA PRESS

Pablo M. Díez

Corresponsal en Asia

Nunca fue una política al uso y lo ha demostrado hasta en el momento de su marcha. Cuando la mayoría de dirigentes se aferran al cargo incluso aunque los pillen en los peores escándalos, Jacinda Ardern ha anunciado este jueves que dimitirá como primera ministra ... de Nueva Zelanda porque ya no tiene «suficiente en el depósito» para hacer bien su trabajo.

Según ha explicado con voz entrecortada e intentando contener las lágrimas en una emotiva rueda de prensa, no se retira por culpa de ningún escándalo secreto ni porque tema perder las elecciones convocadas para octubre, sino, sencillamente, porque ya ha dado todo lo que tenía y es «humana». Caracterizada por su humanidad y empatía durante sus casi sies años de gobierno, Ardern vuelve a dejar claro que, como su país, se halla en las antípodas de la política tradicional.

Así lo hizo durante algunos de los momentos más duros que le ha tocado vivir a Nueva Zelanda, como el atentado contra las mezquitas de Christchurch y la erupción del volcán de White Island en 2019 y, por supuesto, la pandemia de Covid en 2020. En la primera tragedia, que conmocionó a este apacible país, se puso al frente de una sociedad rota por la matanza que un islamófobo australiano desató en dos mezquitas mientras lo emitía todo en directo por sus redes sociales.

Como homenaje a los 51 muertos que dejó dicho ataque, Ardern no solo acompañó en todo momento a las familias de las víctimas cubierta por un velo, sino que le negó al terrorista la publicidad que buscaba al negarse a decir su nombre, que aquí tampoco mencionaremos.Durante aquellos días de emociones a flor de piel que vivimos en Christchurch, en los que los miembros de todas las comunidades lloraban a las víctimas, Ardern mostró un aplomo y una consideración con los familiares que tuvo su momento culminante en el funeral celebrado en el cementerio Memorial Park.

En diciembre de ese mismo año, le tocó gestionar otra catástrofe con la erupción del volcán Whakaari, que dejó una veintena de muertos. Pero, sin duda, lo que más ha quemado a Ardern es el Covid, contra el que luchó cerrando en marzo de 2020 las fronteras de su país e imponiendo durante meses algunas de las más duras restricciones junto a China.

Tras su buena gestión inicial evitando contagios y muertes, que le valió una aplastante reelección ese mismo 2020, la estrella de Ardern se ha venido apagando por el impacto económico de la pandemia, el alto coste de la vida y algunas promesas incumplidas sobre la reducción de la pobreza infantil y otras causas sociales que enarbola. Frente a los machos alfa que han despuntado en la escena internacional durante los últimos, con Trump a la cabeza, Jacinda Ardern se erigió en el baluarte de una política más humana, cercana y compasiva.

Nacida en 1980 en el seno de una familia mormona, renegó de esa comunidad por su lucha contra la discriminación homosexual

Nacida en 1980 en el seno de una familia mormona de Hamilton, a dos horas al sur de Auckland, renegó de dicha comunidad por su lucha contra la discriminación homosexual, que es una de sus causas políticas. Tras licenciarse en Comunicación Política y Relaciones Públicas, empezó trabajando para el gabinete de la entonces primera ministra Helen Clark y acabó en 2006 participando en el Reino Unido en el traspaso de poder de Tony Blair a Gordon Brown. De vuelta en Nueva Zelanda en 2008, fue elegida diputada y ascendió en el Partido Laborista hasta convertirse en su líder solo siete semanas antes de las elecciones de 2017, cuya victoria le permitió gobernar en coalición.

Con solo 37 años, se convirtió en la jefa de Gobierno más joven del mundo y, apenas un año después, en la segunda mujer en dar a luz en el poder tras la primera ministra paquistaní Benazhir Bhutto en 1990. Gracias a su marido, que tomó la baja por paternidad, ha podido criarlo sin renunciar al cargo y a sus políticas solidarias y empáticas, que resume con su lema «Sé amable, sé fuerte». Icono no solo de la izquierda global, sino de la nueva política, Jacinda Ardern deja el poder agotada porque es «humana».

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios