Cazas y blindaje diplomático a cambio de 90 días de congelación colonial

Hasta su reunión el pasado jueves con Hillary Clinton en Washington, Netanyahu sostuvo que no habría freno temporal ni parcial a la construcción colonial sin que antes los palestinos reconocieran Israel como hogar de los judíos.

Tal exigencia parece haber desaparecido hoy, a la vista del imponente paquete de beneficios políticos y de defensa que la Administración norteamericana parece dispuesta a brindar a cambio de una nueva moratoria. Entre los incentivos militares se incluiría la venta a Israel de 20 aviones de combate E-35 y un “comprehensivo” acuerdo bilateral de seguridad válido para diez años.

Paralelamente está la propuesta de un blindaje prácticamente absoluto de los intereses israelíes frente a la comunidad internacional en tanto que, como parte de la propuesta, EE.UU se comprometería a utilizar su veto en el Consejo de Seguridad contra cualquier resolución contraria a Israel, a secundar el derecho a la “autodefensa” de este país y a luchar contra la presunta campaña global de “deslegitimación” de Israel en el mundo.

Más allá, las últimas filtraciones dan cuenta de que Washington podría haber garantizado a Netanyahu que tendrá presencia militar en el Valle del Jordán aún dentro de un futuro Estado Palestino, que bloqueará cualquier intento de romper la tradicional “ambigüedad nuclear” israelí y que intensificará las sanciones contra Irán.

Un día antes de su reunión con Netanyahu, Clinton también anunció una ayuda de 150 millones de dólares a la Autoridad Nacional Palestina para impulsar su construcción institucional en el marco del proceso de paz.

Al término del descanso del sabat, el primer ministro israelí ya reunió ayer anoche a sus siete ministros más importantes, y este domingo tratará de empezar a convencer al gabinete en pleno de la ventaja de dar el paso adelante que reclama EE.UU. No será fácil. El ministro Avigdor Líeberman líder del Yisrael Beitenu, principal soporte de la coalición de Gobierno, repetía esta semana que no aceptará ninguna congelación “ni por tres meses, ni por dos ni por un solo día”. El jefe del Shas, Eli Yishai, otro aliado fundamental del Ejecutivo, advertía que Israel “no recibió nada a cambio” de la anterior moratoria de diez meses, que expiró el pasado 26 de septiembre, y que no habrá oportunidad de parar otra vez el avance colonial “ni por un solo minuto”.

Frente a su oposición, Netanyahu podrá exponer todavía que la oferta norteamericana incluye dos garantías más favorables a Israel: que esa moratoria de 90 días no afectará a Jerusalén Este y que, a su término, Washington no pedirá ninguna prórroga más.

Los planes norteamericanos pasarían por aprovechar esos tres meses en una negociación in extremis durante la cual se trataría de abordar el asunto crucial de las fronteras, de forma tal que en el resto de la negociación de paz quedara resuelto donde podría construir Israel y donde no, para así permitir avanzar en un acuerdo definitivo. Lieberman también se opone rotundamente a un diálogo por separado de las fronteras.

En principio, se espera que Benjamin Netanyahu no de una respuesta a los norteamericanos hasta finales de mes, cuando tiene previsto un nuevo encuentro con Barak Obama. El primer ministro israelí tiene entre medias la aprobación de los Presupuestos y, en lo que respecta a los palestinos, una cumbre de la Liga Árabe fijada para el día 22 en la que se valorará proceder a la paralización oficial de las negociaciones directas que arrancaron en Washington el 2 de septiembre y que, de facto, no existen desde la reanudación de las obras en los asentamientos de Cisjordania iniciada 24 días después.