juguetes rotos

Howard Hughes El magnate desgraciado

Obsesionado por los gérmenes, el hombre más rico de Estados Unidos huyó de todo contacto y murió miserablemente

Hughes, con Katherine Hepburn en su avión en una imagen de 1935 abc

Pasó sus últimos 18 años de vida en habitaciones de hoteles. Obsesionado por los gérmenes, todo lo que comía y tocaba tenía que ser esterilizado por sus ayudantes. Cuando murió en la más absoluta soledad pesaba 40 kilos y su cuerpo estaba cubierto de llagas. ... Era Howard Hughes, el hombre más rico del mundo en la década de los 50, el primer habitante del planeta que llegó a poseer una fortuna de más de 1.000 millones de dólares.

Mujeres, dinero, inteligencia, fama y prestigio: lo tenía todo. Pero se fue deslizando por una pendiente que le condujo a la autodestrucción. Habría que remontarse a la infancia, como en el caso de Charles Foster Kane, el personaje de Orson Welles, para comprender el desequilibrio mental de ese magnate que perdió muy pronto lo que más amaba: su madre. Ni sus éxitos en la industria aeronáutica, de la que fue pionero, ni sus hazañas como aviador, ni su actividad como productor de cine, ni sus romances con las estrellas de Hollywood lograron compensar esa ausencia.

Hughes nació en Humble (Texas) en 1905. Su padre se había convertido en millonario gracias a una patente para perforar las explotaciones petrolíferas. Era un play boy con numerosas amantes y muy poca atención a Alene, su esposa y madre de Howard. Alene era una mujer protectora y dominante, obsesionada por la suciedad. Bañaba meticulosamente a su hijo varías veces al día frotándole con lejía y jabón, le compraba ropa interior femenina para proteger su piel e intentaba alejarle de cualquier lugar donde hubiera gérmenes. Esta obsesión pasó a marcar el carácter de su hijo, que tenía miedo a estrechar las manos y se las lavaba decenas de veces al día.

Pese a sus fobias, fue un niño prodigio superdotado. A los 11 años, construyó una emisora de radio para comunicarse con los barcos que navegaban por el Golfo de México. Aprendió el código Morse en una sola noche. Y, a los 12, diseñó una bicicleta motorizada con la que recorría las calles.

El fallecimiento de su madre cuando tenía 16 años le sumió en una profunda depresión. La relación con su padre, que murió dos años después, era inexistente. Pero tuvo el efecto de convertirle en heredero de una gran fortuna que multiplicó a lo largo de su vida. A los 20 años, Howard abandonó sus estudios y se puso al frente de los negocios de su progenitor. Por esa época, se casó con Ella Rice, un matrimonio que duró muy poco por sus manías.

Su talento le llevó a maximizar los beneficios de la empresa de su padre.

En 1932, creó la Hughes Aircraft, dedicada a la fabricación de aviones.

Luego adquirió la TWA y logró acabar con el monopolio de la Pan Am en los viajes transatlánticos. Supo invertir su dinero y se hizo con el control de la RKO, la mítica productora, en 1948. Era una especie de Midas que todo lo que tocaba lo convertía en oro.

Pero además era un genio de la ingeniería y podía desmontar y reconstruir un avión pieza a pieza. Diseñó el H-1 Racer, que alcanzó en 1935 una velocidad de 566 kilómetros a la hora, algo que nadie había conseguido.

Luego voló sin escalas de California a New Jersey en siete horas y media, otro récord. Más tarde, fue el hombre más rápido en dar la vuelta al mundo. Y construyó un avión, el H-4 Hércules, que podía transportar 750 soldados.

Si fue capaz de marcar un hito en la historia de la aviación, también fue un maestro en el arte de la seducción. Ava Gardner, Katherine Hepburn, Lana Turner, Ginger Rogers, Jean Harlow y Rita Hayworth fueron algunas de sus amantes. En una ocasión, llegó a fletar un transatlántico con orquesta para conquistar a una actriz.

Murió en 1976 en la suite de un hotel de Houston, donde había pasado sus últimos tres años en absoluta soledad, atendido por dos médicos y media docena de ayudantes. No se levantaba de la cama y sufría delirios. Su obsesión por los microbios le llevó a escribir una guía sobre cómo había que abrir un bote de conservas sin tocarlo. El FBI tuvo que ir a identificar su cadáver, irreconocible por su larga barba, los harapos y su extremada delgadez. Sus 22 primos heredaron una fortuna de 2.500 millones de dólares.

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